La ansiedad ya termina. Se trocará en entusiasmo único, que se vive cada cuatro años y que no se parece a ninguna otra sensación. Es que los relojitos de la cuenta regresiva ya no registran días, sino horas, minutos. La angustia terminará cuando arranque en breve la ceremonia inaugural de la 18º Copa del Mundo, en Munich. La fiesta de apertura se anuncia sobria, aunque con una particularidad que se da por primera vez: todos los campeones del mundo que aún viven fueron invitados a participar, y se espera que más de 150 futbolistas de selecciones que ganaron la copa estén presentes, entre ellos Maradona y Pelé. Luego, el árbitro argentino Horacio Elizondo dará el pitazo inicial para que Alemania y Costa Rica inauguren futbolísticamente el torneo, que llega acosado por lesiones en muchos jugares (ver nota relacionada), algunas de ellas traducidas en bajas para todo el certamen. Por lo demás, la historia no es muy diferente a la de siempre: los mismos candidatos al título (excepto Uruguay, jugarán todos los campeones), un pelotón que intentará llegar los más lejos posible y otro más reducido que luchará por colgarse la chapa de revelación. La premisa, para todos (jugadores, entrenadores y también árbitro), es mejorar el nivel del campeonato de 2002. Todo un reto en un campeonato que se vislumbra como "el mundial de la pelota parada" y que promete tolerancia cero con las faltas violentas. Los alemanes recibieron con los brazos abiertos a hinchas de todo el mundo, que ya coparon las ciudades sede del campeonato y sus alrededores. Los anfitriones esperan que el Mundial deje una importante cantidad de dinero en las arcas nacionales, para de esta manera comenzar a cambiar la imagen de Alemania como gigante económico atormentado por un lento crecimiento.