“La historia del ser humano como sujeto del lenguaje se inicia antes del nacimiento” sostiene Yolanda Reyes, autora de numerosas obras y promotora de la lectura desde la primera infancia, incluso desde la cuna. “Espantapájaros taller” es el nombre del proyecto que lidera junto a otros profesionales destinado a la formación de lectores “desde la cuna”.


“En la primera infancia es cuando suceden las dos cosas más importantes en términos de lenguaje”-explica Yolanda Reyes- “aprendemos a hablar, y antes de hablar aprendemos a comunicarnos: se da todo el cableado y toda la estructura para tener una comunicación con otros seres humanos, y aprendemos a leer y escribir. Todo eso nos pasa más o menos antes de los seis años. Hasta hace poco la escuela tomaba el tema de la lectura recién a partir de los seis. Sin embargo, la historia del ser humano como sujeto del lenguaje se inicia antes del nacimiento”.

“La impronta de la primera infancia, en términos del lenguaje, es definitiva para armar quiénes somos y marca las relaciones con la cultura escrita y con el pensamiento. Yo creo que nosotros, los seres humanos, somos construcciones fundamentalmente de lenguaje, y eso es lo que nos diferencia de las otras especies. Nuestra relación con el lenguaje hace que nuestros embarazos sean embarazos que ya tienen preparativos simbólicos. Nada cambia más la estructura simbólica de un ser humano que tener un papelito que dice: "Positivo". Nos lo dicen con palabras: "Positivo". En largos meses de espera la madre inventa a su hijo. Casi todo pasa por las relaciones con las palabras, relaciones simbólicas: ¿Qué nombre le pondremos; ¿Comprar el ajuar azul o rosa?; ¡Qué bonito!, será una nena; Yo no sé qué va a ser, lo sabré cuando nazca, será sorpresa. Todas esas conversaciones crean redes simbólicas alrededor de los padres que van a tener un hijo”, reflexiona la profesora Reyes.

Trabajando en lectura en primera infancia, asegura, “si algo he aprendido es que se ven muy rápido los resultados y son muy baratos; o sea, no hay que saber muchísimas cosas, se puede trabajar con madres analfabetas que simplemente son cuerpos que cantan y que cuentan historias, y tienen historias de más atrás, casi que empiezan a leer junto con los niños. Es un tema apasionante del que podría hablar toda la vida, un trabajo muy práctico y muy teórico a la vez, ha sido siempre como una conversación, y fue recogido en mi libro La casa imaginaria.

Yolanda Reyes ubica a los “mediadores”, aquellos que acercan la literatura a los bebés en un lugar central: “Los libros para los más chiquitos necesitan alguien en el medio, no solo que estén el libro y el niño: para leerlos es necesario lo que yo llamo el triángulo amoroso. Por eso es tan importante el trabajo con adultos en la primera infancia. Un proyecto de literatura para la infancia es necesariamente un proyecto que involucra muchos actores: padres, niños, maestros, cuidadores, y muchas instancias culturales, como la librería, la biblioteca, que son muy importantes, y también muchas disciplinas, desde la economía, la política, hasta la psicología y la música”.

“Lo bueno en la primera infancia es que se lee de todo, se leen libros, se leen cuerpos, se leen voces. Las madres siempre creen que no saben, que son desafinadas, tienen miedo a hacer el ridículo, creen que no valen nada, ¡una cantidad de taras horribles y extraordinarias! La tarea pasa por devolverles la autoestima. Cuando una madre empieza a ver que lo que hace con su chiquito tiene efectos insospechados por ella: eso resulta un elemento muy poderoso”, sentencia la autora, y continúa relatando una experiencia: “En el programa Madres comunitarias, en Colombia, muchas madres analfabetas funcionales, o bien con una historia con la lectura ligada a "la letra con sangre entra", o de deserción escolar, cuando miran libros álbum que tienen frases muy cortas, casi que su relación con la lectura cambia, se reconcilian con los libros, porque les resulta fácil leerlos. Ellas empiezan a pensar que la lectura es algo más que esa caricatura terrible de la escuela y el fracaso escolar. La lectura sirve para devolverles la autoestima”.

“Los primeros libros que escribimos en los pliegues de la memoria de los bebés son libros sin páginas. Libros profundamente poéticos, rítmicos, onomatopéyicos. Lo que los americanos llaman el motherese o el parentese, es ese lenguaje especial dirigido a los bebés, que hace énfasis en los perfiles rítmicos de las palabras. Los bebés están oyendo, incluso desde antes de nacer”, agrega la autora mientras relata: “expulsado del cuerpo de su madre, el bebé necesita aferrarse a un orden distinto para estar con ella, y ese orden es el lenguaje. Esa voz el bebé aprende a reconocerla en las entrañas, y la mamá pronto empieza a leer los movimientos de su hijo, a leer su llanto, su mirada”.

“Hay canciones de cuna muy elementales, de madres que casi no saben decir mucho, y balancean un pie diciendo "Ea, ea, ea, ea": es eso, ese encantamiento de las palabras. En ninguna otra etapa de la vida estamos más cerca de la poesía que en ese momento, en el sentido más profundamente cognotativo; va más allá de lo que dicen las palabras, sino cómo suena su música. Y también es la época de los cuentos corporales, la madre escribe cuentos corporales para el bebé. Esos son los primeros materiales de lectura”.

“Poco a poco los niños aprenden a hablar y a nombrar la ausencia, a reemplazar con palabras lo que no está. Cuando los niños aprenden a hablar, aprenden a pedir cosas que desean, y adquieren un poder inusitado al descubrir que con las palabras se pueden hacer cosas. Un niño de dos o tres años ya sabe cuándo se está hablando de la vida real, cuándo ese lenguaje sirve para recibir instrucciones y obedecer, y cuándo cuenta cosas que pasaron en otro mundo, en un mundo otro. Los niños al pasar a esos mundos de la ficción aprenden que no todo en la vida es el lenguaje de la vida cotidiana: "¡Siéntate!, ¡párate!, ¡no toques!, ¡ten cuidado!, ¡obedece!, ¡sé un niño bueno!, ¡hay que querer a los hermanitos!", ejemplifica Reyes.
Con respecto a qué ventajas aporta la implementación de este tipo de programas la autora reflexionó: “He descubierto que hay asuntos que van -más allá de la poética- hacia la política, pues creo que leer es un asunto de poética pero también en nuestros países es un asunto de política. Cada vez tenemos que tener más claro que todos nosotros somos parte de cosas que se pueden cambiar en países como los nuestros . He trabajado mucho con gente que está en instancias de planeación en Latinoamérica y me ha sorprendido que los que más claro tienen que hay que invertir en primera infancia son los economistas, y no por razones altruistas precisamente, sino porque está demostrado que hay un costo remedial muy alto en las cosas que se dejaron de hacer cuando eran fáciles y baratas”.

“Un niño a los seis años que ha sido criado casi en una cajita, con una madre que se va a trabajar y un padre que ni siquiera existe, una madre adolescente, o una madre que tiene que trabajar mucho, con muchos hermanos de todas las edades, un niño que no está escolarizado y que está por ahí, tiradito, al que solo le dicen: — ¡Levántese!, ¡súbase!, ¡coma!; y otro niño de seis años que se sienta en el banco de al lado, que ha comido libros y ha gateado y al que le han cantado, lo han arrullado, la mamá y el papá le han contado cuentos, y que han hojeado libros, y que poco a poco ha empezado a leer sin darse cuenta, son como dos galaxias distintas”, relata Reyes mientras sentencia “muchas causas de deserción escolar relacionadas con el mundo escrito podrían subsanarse con una adecuada intervención en los primeros años”, concluye Reyes.

Fuente: Revista Nuevas Hojas de Lectura