El calendario marca la fecha de la célebre tormenta de Santa Rosa, sin embargo los habitantes del hemisferio sur aún no saben si deben o no salir con paraguas a la calle. Es que este mito popular, a veces se adelanta otras se atrasa y si bien nunca falla este año el Servicio Meteorológico Nacional pone en duda que llegue mucha lluvia.

Parecer ser que la temible tempestad que acostumbraba a castigar cada año parece perder fuerza con el correr del tiempo. El SMN confirmó que se esperan precipitaciones recién para la semana próxima y calificó de “muy dudosa” la posibilidad de que este año se produzca dicho fenómeno climático.

El lunes o el martes de la semana próxima podría llover pero sin que necesariamente se desate la famosa tormenta.

Santa Rosa siempre resultó una marca climatológica del invierno y alcanza sólo una parte del país, sobre todo al Este, incluyendo el Río de La Plata, y parte del centro.

Si bien los últimos días de agosto generan constantes especulaciones sobre la llegada de la tormenta más importante que acecha a nuestro país, este año habrá que esperar.

El nombre de la tormenta se ancla en la leyenda dice que la limeña patrona de las Américas, Indias y Filipinas, y primera santa americana, es quien trae la tormenta, pero compensa a sus sufridos creyentes, después de la mojadura, dibujando en el cielo una espiga sobre el arco iris.

Más allá del mito, el fenómeno es sólo el primero de una serie de aguaceros que pueden producirse en el sur al final del invierno, como anticipo de la primavera. Sin embargo, la tormenta de Santa Rosa no se da en todo el país: en el Noroeste y Cuyo, ocurre rara vez, pero es frecuente en el Litoral argentino, Uruguay y ciertas zonas de Sudáfrica y Australia.

El origen del mito

El 30 de agosto de 1615, en Lima, una laica muy creyente, apodada Rosa, encabezó el ruego que la Iglesia pidió hacer ante el inminente arribo de los holandeses que desembarcarían para exigir la rendición de la ciudad y su conversión al calvinismo.

Mientras todos tomaban las armas en un intento vano de repeler la invasión, desde la capilla de San Gerónimo, Rosa elevó sus ruegos y pronto una gran tormenta hizo naufragar a los invasores.

Como Lima tiene un microclima especial y casi nunca llueve, los sorprendidos fieles le atribuyeron el milagro a Rosa, que en realidad se llamaba Isabel Flores de Oliva, pero que había sido apodada así por su madre, en mérito a su hermosura y el color de sus mejillas.

Aunque mística y virginal, Rosa no fue monja: vistió el hábito laico de la Tercera Orden Franciscana del Convento de Santo Domingo y su voto de clausura consistió en recluirse en una cabaña de adobe, en el fondo de su casa, donde atendía a toda clase de necesitados, especialmente a enfermos y mendigos.

La influencia del Perú sobre el Río de la Plata, provocó allí una profunda devoción por Santa Rosa de Lima, hasta el punto que en Mendoza, un departamento lleva su nombre, a pesar de que es raro que allí se desate la tormenta.

Nacida el 30 de abril de 1586, Rosa falleció el 24 de agosto de 1617, a los 31 años.

El papa Clemente IX la beatificó el 12 de marzo de 1668; el 11 de agosto de 1670, su sucesor, Clemente X, la declaró Patrona de Lima y de América, Filipinas e Indias Occidentales; y el 12 de abril de 1671, la santificó.