Laura debuta en esto de vender objetos de fe. Sus manos están rodeadas de pequeñas cruces de madera, que a duras penas, intenta vender a la gente. Se mete entre los fieles e intenta seducirlos: “Un peso la cruz”, vocifera mientras el agua le vuelve pesado el cabello atado en una cola.

Marcela también ofrece cruces. Hace 33 años que trabaja en la calle vendiendo pero los viernes santos son especiales. “Siempre vengo porque aprovecho el Vía Crucis. Soy practicante y siempre vengo”. Y no duda en manifestar su agradecimiento: “El padre me curó a mi hijo, una vez se lo traje con más de 40 grados de fiebre y a mí también me ayudó porque yo tengo más de tres operaciones”

Los paraguas y pilotines fueron los más vendidos ya que a muchos la lluvia los sorprendió. Sebastián, que comercializa paraguas en Córdoba y Corrientes se dio cuenta del negocio bien temprano y se acercó veloz a Parquefield. A diez pesos los chicos y a veinte los grandes, los paraguas se le iban de las manos.

Iván vino preparado para una larga jornada. Con un piloto amarillo como protección, agitaba un soporte de madera del que colgaban como collares hippies, decenas de rosarios multicolores. “Se está vendiendo bien, ya hice como cuarenta pesos”, contabilizó cuando cerca de las 20.30 el Vía Crucis empezaba a tomar forma sobre la colectora.