El río Paraná, la costanera, las callecitas arboladas de Alberdi y algún puente de aquellos que cruzan de lado a lado la avenida a la altura del parque Alem, serán los rincones de la zona norte de la ciudad que los rosarinos podrán reconocer en un filme que tendrá un pre estreno este martes a las 20 en el Showcase, pero que se podrá ver en los cines a partir del jueves próximo. Se trata de "El último verano de la boyita" de la directora rosarina Julia Solomonoff que se filmó hace dos años en Rosario, Entre Ríos y Villa Gesell y que cuenta con la participación de niños y adultos de acá.

La boyita era una casa rodante de los años 70 que tenía la mágica capacidad de flotar. Jorgelina (Guadalupe Alfonso), encuentra en esa especie de anfibio doméstico un lugar donde imaginar historias de ríos y de bosques. Desde que la familia dejó de usarla, la boyita empezó a juntar polvo y la niña se refugió dentro del extraño objeto en desuso –estacionado en el patio de su casa– para dar lugar a juegos y confesiones. Un verano, el último de la boyita, todo cambió. Sus padres se separaron, su hermana mayor (María Clara Merendina) entró en la adolescencia y la excluyó de casi todos sus programas. Y Jorgelina decidió hacer un viaje al campo con su padre donde conoce a Mario (Nicolás Treise) el hijo de los peones. El chico también está pasando por una transformación, casi como la de la niña que pasa a la adolescencia, y Jorgelina empieza a descubrir un mundo nuevo. Mucho más complejo, confuso y fascinante.    

La marca personal

Julia Solomonoff tuvo que revisitar algunos lugares de su infancia para contar la historia que refleja nada más y nada menos que un relato donde la niñez de algún modo llega a su fin. Solomonoff es directora, guionista y productora y "El último verano de la Boyita" es su segundo filme, luego de "Hermanas".

Si bien la película no es completamente autobiográfica, hay elementos de la trama que tienen su correlato en la vida personal de la directora. Según explicó Solomonoff, cuando tenía alrededor de 11 años escuchó una conversación en la mesa familiar de sus padres (madre ginecóloga y padre psiquiatra) sobre un chico del campo que tenía una tipología extraña del estilo XXY (hermafrodita).

El niño había crecido educado como varón, jugando al fútbol y haciendo todas las tareas del campo, pero al llegar a la adolescencia, le empezaron los cambios hormonales. Ese comentario que Solomonoff escuchó de niña fue el disparador de una historia que pudo empezar a escribir hace unos años y que hoy protagoniza Jorgelina.

El personaje de Jorgelina, quizás el más difícil de encontrar ya que se presentaron más de 500 chicas al casting solamente en la ciudad de Rosario, tenía que llevar nada más y nada menos que toda la película adelante. Mostrar un crecimiento, una sensibilidad y tambien una cierta destreza corporal: ser urbana sin hacerle asco al barro, los sapos, montar a caballo.

La película dirigida a grandes pero también a niños y pre adolescentes invita a entrar a un mundo donde la menstruación es una intriga, el desarrollo de la hermana que crece se traduce en la soledad de la más chica y la diferencias con ese niño del campo son todo un aprendizaje de vida. En tiempos de facebook, reality show y exhibición constante, el filme apuesta a la libertad, a la caída de las etiquetas, a que no todo encaje en un mismo envase y que lo privado y el espacio propio no pierdan su valor esencial.