La llegada de las fiestas de fin de año provoca múltiples sensaciones que no necesariamente se vinculan con la alegría supuestamente impuesta por el calendario. Un aluvión de gente corre carreras por las calles para comprar los regalos, para acopiar la comida y la bebida que se consumirá en apenas unas horas de reunión familiar, encuentros que no siempre sacan lo mejor de cada uno. Se genera un clima vertiginoso, a veces poco propicio para disfrutar de lo que se anuncia como un festejo.

Del total de usuarios de Rosario3.com que participaron de la encuesta referida a qué les pasa cuando llegan las fiestas, 26% dijo estar alegres, 23%, deprimidos y reflexivos y haciendo balances 20%. Entre los tres grupos –que de alguna manera se sienten movilizados por el fin de año– superan el 70 por ciento de los encuestados, mientras que apenas un 29,41% confiesa que “no le pasa nada”, como si se tratara de un día más del almanaque.

“Reunirse y festejar es positivo y hace bien, siempre y cuando uno tenga la predisposición para hacerlo y le resulte placentero", explicó la psicóloga Mirta Dall´Occhio, especialista en estrés y ansiedad, en diálogo con Rosario3.com. Agregó que "de lo contrario, se transforma en una obligación más que suma una nueva cuota de estrés a nuestra vida”.

Las fiestas de fin de año no están restringidas al ámbito familiar. Para estas fechas se suceden cenas y encuentros con amigos, con compañeros de trabajo, con colegas y conocidos del club, entre otras, que multiplican los contactos sociales y los momentos de diversión. Quienes gustan de estas experiencias, viven el fin de año cansados de trasnochar, por unos días, aunque felices. Pero también hay mucha gente sola o poco amante de las reuniones sociales, que se siente muy mal frente a la alegría compulsiva que los manda a divertirse, y prefieren autoexcluirse.

“Son opciones, admite la profesional. El quedarse en casa, en ocasiones aparece como la opción más segura para quienes se sienten de este modo, pero al mismo tiempo se condenan a una soledad no deseada, que los aísla del resto”, remarca.

“Además, resalta, algo que provoca malestar, sobre todo al llegar el 31 de diciembre, es la sensación de balance, de que hay que evaluar –como si fuese un examen– qué se ha hecho y cuánto se ha dejado de hacer, y al mismo tiempo enfrentar la incertidumbre que significa el inicio de un nuevo año. Ese miedo a lo desconocido, según las personalidades, suele provocar angustia y ansiedad al mismo tiempo, y puede impedir que se vivan estos días con plenitud”.

¿Por qué correr para ir a comprar comida o regalos? ¿Quién nos obliga a ponernos tantas metas a cumplir en tan pocos días? ¿Qué ocurre si en vez de hacer diez trámites antes del 31 de diciembre (desde el arbolito y sus adornos hasta el chequeo médico de rutina) dejamos algunos (los que puedan postergarse) para los primeros días de enero? Estas son algunas de las preguntas que sugieren los especialistas para no entrar en la vorágine colectiva que trae aparejada más agresión en el trato, más violencia a la hora de manejar, más hacinamiento en los comercios, y en definitiva, menos bienestar.