Los niños en el mundo occidental duermen en promedio dos horas menos que los chicos de hace 100 años atrás. Esto se debe, entre otras cosas, a las nuevas tecnologías.

Se calcula que en el mundo industrializado un niño de cada cuatro por debajo de los cinco años sufre de trastornos del sueño, mientras que después de los seis años y hasta la adolescencia el porcentaje es de alrededor del 10-12%.

Un reciente estudio demostró que entre las principales causas se encuentran los ritmos frenéticos, el aumento de las luces artificiales y la utilización cada vez más precoz de los aparatos electrónicos, que causan una discordancia entre el ritmo del sueño-desvelo y las exigencias sociales.

Las consecuencias de un sueño insuficiente o de mala calidad "son múltiples y muy a menudo mal entendidas", resaltó Oliviero Bruni, neuropsiquiatría infantil italiano, y consignó Doc Salud.

"Una mala calidad del sueño puede reducir el rendimiento escolar y provocar problemas de aprendizaje (el 28% de los niños con este déficit se duermen en la escuela una vez a la semana), somnolencia, desatención, obesidad, trastornos metabólicos, predisposición a la diabetes y en la adolescencia al abuso del alcohol, marihuana u otras drogas, e incluso depresión”, agregó.

Por último, el problema puede tener repercusiones sobre todo en el ámbito familiar, favoreciendo el desarrollo de la depresión materna y un notable estrés.