Keith Richards reveló en su autobiografía los excesos cometidos con drogas y alcohol a lo alrgo de toda su vida. Hoy, con 66 años y tras haberse caído de una palmera queriendo bajar cocos en total estado de alucinación, los interrogantes sobre su salud crecen. ¿Cómo llegó a esta edad después de años de consumo?, se preguntó la BBC.

Desde este medio, consultaron al doctor Robert Lefever, experto en adicciones del centro de recuperación Promis en Kent, el condado inglés donde nació el Rolling Stone, quien señaló que sólo hay una explicación posible para su longevidad: "Debe tener la constitución de un buey", arriesgó.

Pero las propias memorias de Richards revelan que podría haber otras claves para su supervivencia. El músico ha sido mucho más cuidadoso con su consumo de sustancias de lo que quizás hizo creer al mundo.

Su autobiografía, titulada "Life" ("Vida"), habla con franqueza sobre el alcance de su notorio consumo de drogas durante su larga carrera como guitarrista y compositor del grupo de rock.

"Solía caminar por Oxford Street con un paquete de hachís del tamaño de una patineta", dice uno de sus típicos pasajes.

Richards describe sus recorridos por Londres en los acelerados años 60 estimulado por speedballs, un coctel de cocaína y heroína al cual se refiere con su acostumbrado lenguaje frondoso como "el desayuno de campeones".

Cuenta que durante la notoria incursión de Redlands, en 1967, permitió que la policía entrara a su casa en Sussex porque pensó, como resultado de las copiosas cantidades de LSD que había consumido, que los oficiales eran enanos "que vestían trajes azul oscuro, con cascos y adornos brillantes".

Y aunque dejó de consumir heroína en 1978 después de haber sido atrapado cinco veces, no dejó formalmente el uso de cocaína sino hasta 2006 después del incidente de la palmera que requirió someterlo a cirugía cerebral.

Sin embargo, durante su vida de excesos también logró los medios para producir algunos de los mejores y más memorables álbumes de rock de todos los tiempos, inspirando a generaciones tanto como guitarrista como compositor.

En su libro reconoce que su riqueza le ha permitido ingerir una cantidad mayor de sustancias que la consume un típico usuario de drogas.

Pero agrega: "Siempre fui muy meticuloso con cuánto consumía. Nunca me pasé de ese límite para sentirme más colocado".

"Lo que nunca realmente me afectó fue la gula que involucra esto. La gente cree que una vez que está colocada, si toma un poco más va a estar un poco más colocada. Eso no existe. Especialmente con la cocaína", escribió.

"Quizás ésa es una medida de control y quizás soy un espécimen raro en este respecto. Cuando consumía marihuana, estaba totalmente convencido de que mi cuerpo era mi templo", agregó.

Esa última declaración quizás es algo que muy pocos asociarían con Keith Richards, y sin embargo, sus biógrafos siempre han hablado de la tendencia del músico de proteger su verdadero "yo interior" de la mirada pública presentando una imagen extravagante.

Muy pocas veces se han presentado al público las facetas menos conocidas de Richards como, por ejemplo, coleccionista de libros antiguos.

El hombre, en momentos de descuido, ha hablado con nostalgia sobre el amor que desde niño despertaron en él las bibliotecas públicas y la forma como ha intentado catalogar con el Sistema de Clasificación Decimal Dewey los miles de volúmenes que contiene su propia biblioteca.

Sin embargo, tal como expresa el doctor Lefever, el enorme volumen de sustancias que ha ingerido Richards a través de los años sugiere que su supervivencia no puede explicarse en absoluto por la moderación.