Los gritos hacia los niños para lograr que hagan lo que se les pide es algo que, a juicio de la psicóloga y consultora de Unicef, Soledad Larraín, está bastante arraigado en nuestra sociedad. La profesional explica que "lo que vemos en las encuestas de Unicef es una evidente disminución del maltrato físico, pero una especie de ´permiso social´ para utilizar los gritos como una forma de imponer autoridad a los hijos.


"Los padres gritan por falta de paciencia, frustración, impotencia, por miedo a perder su autoridad y porque sienten una lejanía psicológica con sus hijos, a pesar de la cercanía física. Sin embargo, son los gritos los que hacen a un padre perder toda autoridad con sus niños, sobre todo a medida que crecen", asegura el psicólogo español Guillermo Ballenato, académico de la Universidad Carlos III de Madrid y autor del libro "Educar sin gritar".


Pero gritar a los niños es ineficaz para lograr cambios en su comportamiento, aseguran los especialistas. Estos paralizan, asustan y confunden a los niños, no los instan finalmente a la acción que supuestamente "justifican" que los padres eleven el tono de voz, dice Larraín. Por lo tanto, agrega Gloria Chanes, psicóloga infanto-juvenil, con los gritos no sólo se daña la relación familiar, sino también genera una tremenda culpa en los papás y mucha ansiedad en los hijos.


En efecto, en el libro "Remordimiento" (Mommy Guilt), que reúne los resultados de una encuesta realizada a 1.300 padres de Estados Unidos, las psicólogas estadounidenses Devra Renner, Aviva Pflock y Julie Bort, muestran que dos tercios de los padres confiesan que gritarles a los hijos es una de las principales fuentes de culpa.


Entonces, ¿por qué lo hacen? La psicóloga Devra Renner explica que los gritos responden a un típico padre de la modernidad: sobrepasado por las exigencias laborales, agotado y sin la paciencia necesaria para educar a los niños. "Los padres deben detenerse y preguntarse cómo afectan sus gritos a sus hijos, a su pareja y, en general, a su entorno más cercano. Pero no podemos demonizar a los padres, ya que grita todo el mundo, no sólo los que crían niños".


Por eso, propone Guillermo Ballenato, hay que desarrollar nuevos hábitos de comunicación saludables. Los padres son un modelo para sus hijos y deben mostrar autocontrol, ejercitar la paciencia y la reflexión, aprender a contar hasta diez antes de hablar, a escuchar sin interrumpir y a evitar sermonear. "No es tan complicado como parece. Además, los niños de hoy necesitan una autoridad moral, basada más en el ejemplo, el diálogo y el reconocimiento, que en el castigo o en la crítica", reflexiona el psicólogo.


Fuente: El mercurio