Sin vacuna para combatirlo, la prevención y la detección a tiempo de los síntomas del dengue es fundamental.

La principal tarea de prevención es la descacharrización, es decir la eliminación en los domicilios de los recipientes donde se pueda acumular agua, donde se cría el mosquito que transmite la enfermedad.

Los síntomas, en tantom son fiebre de comienzo brusco mayor a 38ºC, dolor de cabeza y detrás de los ojos, dolores articulares y musculares intensos, con erupción de la piel de tipo sarampionosa. También puede haber náuseas o vómitos.

Ante la aparición de estos signos y síntomas se recomienda consultar inmediatamente con el médico y evitar la automedicación, en particular, el consumo de ácido acetilsalicílico (aspirina).


El mosquito del dengue es de hábitos domiciliarios y necesita de recipientes (naturales o artificiales) que contengan agua limpia y quieta para reproducirse. Es de tamaño mediano, color oscuro, con rayas más claras en las patas y ataca preferentemente a las personas al comienzo de la mañana y en las últimas horas de la tarde.

El dengue no se contagia de persona a persona, sino a través de estos mosquitos que previamente han picado a un individuo enfermo. Por ello, se considera al mosquito vector transmisor de la enfermedad.

Una vez que el mosquito se alimentó de la sangre de alguien enfermo, el virus empieza a multiplicarse y desarrollarse en el interior del mismo y después de unos ocho a once días, su picadura transmite el virus del dengue a las personas y continúa haciéndolo durante toda la vida del mosquito (siete a treinta días).

Los cambios climáticos, la presencia de numerosos criaderos artificiales que le ofrece el hombre en zonas urbanas, la resistencia a los insecticidas y el desconocimiento acerca del dengue, están influyendo en la dispersión de la especie Aedes aegypti y de la enfermedad.

La medida más efectiva de prevenir esta enfermedad, es cortar el ciclo evolutivo del mosquito mediante la erradicación y eliminación de los criaderos donde depositan sus huevos.