Es rubio y de ojos celestes. Eso decía Bernardo Neustadt cuando despuntaban los 90 y el entonces presidente Carlos Menem sorprendía a todos con los proyectos de privatización, las relaciones carnales con Estados Unidos y el acercamiento a los Alsogaray.

Ese hombre de pelo, patillas y tez oscura, que asustaba a los que lo creían un caudillo populista, se había convertido en el más liberal de los liberales.

Pero rubio y de ojos celestes, por más que lo haya soñado, nunca fue. Durante su presidencia hubo implantes capilares pero siempre negros, avispas de colágeno, recorte de patillas. Pero rubio y de ojos celestes, no.

Aunque algo cambió hace dos semanas, cuando volvió al Senado tras la licencia que se tomó por la descompensación que sufrió durante un acto político en Córdoba. Los que lo veían ingresar no lo podían creer: la cabeza del ex presidente sobresalía por su nuevo color de pelo, castaño claro, casi rubio. ¿Aparecerá uno de los estos días con ojos celestes y cumplirá aquel sueño que alimento el bueno de Bernardo?