Rocío Baró / Soledad Massin / Maricel Bargeri

En plena fiebre mundialista, y mientras la mayor parte de los argentinos y argentinas tienen los ojos puestos en Brasil 2014, Con los tampones de punta miró fronteras adentro para dar cuenta del crecimiento del fúbol femenino. Para ello, entrevistó a Gabriel Balanovsky co-director junto a Ginger Gentile del documental Mujeres con pelotas.

La película recupera, a lo largo de 75 minutos, las historias de chicas de distintas realidades socioculturales, de diferentes edades y con motivaciones que van desde el juego hasta el entrenamiento; todas ellas unidas por su amor al fútbol.

De los relatos, se desprenden contradicciones como que el fútbol es el deporte más popular, pero sólo está bien visto que una mitad de la población lo practique; o que haya canchas y potreros en buena parte de baldíos y plazas, pero las chicas sólo pueden patear en ellas cuando los chicos no están.

La misma lógica orienta la creencia de que las mujeres no pueden dirigir por que nunca jugaron al fúbol. Supuesto al que Malena Acosta, periodista y futura técnica, respondió: "Hay hombres que dirigen y nunca jugaron en primera división".

El dato irrefutable es que el fútbol femenino llegó para quedarse y crecer. Prueba de ello son los 80 equipos divididos en seis categorías de FemFútbol, la liga rosarina cuyas jugadoras son tan hábiles para balompié como para cuestionar a "los 23" de Alejandro Sabella.

“Vas a pueblos de cualquier parte del país, y no hablo de ciudades capitales, y ves ligas de 10 o 15 equipos de chicas”, advierte Gabriel Balanovsky, en diálogo con Rosario3.com

—¿Cómo surgió la idea de rodar “Mujeres con pelotas”?

—En 2008, empezamos a buscar una historia que nos gustara, hasta que nos topamos con la historia de Mónica Santino y su equipo. Por entonces, eran algo más de una decena de chicas –hoy son cerca de 60– que practicaban fútbol dos veces por semana, cuando podían en la cancha y, cuando no, a un costado. Nos atrajo el trabajo y la garra de las chicas, la pasión por el fútbol.

Gabriel Balanovsky explica que primero Mujeres con pelotas fue un corto que recibió numerosas distinciones, hasta que la idea de hacer un largo maduró.

En principio, la trama se centró en el equipo de la villa 31. Pero, a medida que avanzaba la producción, notaron (junto a Ginger) que el crecimiento del fútbol femenino atravesaba diferentes situaciones socioeconómicas.

“Cada vez más canchas de alquiler tenían que armar vestuarios para mujeres”, explica el realizador. “Y ahí fue donde decidimos ampliar el corto”.

—¿ Con qué prejuicios que no esperaban se encontraron?

—Uno podía presuponer, más o menos, lo que podíamos encontrar. A medida que fuimos entrevistando a otras jugadoras, chicas que juegan en la selección argentina o en Vélez, Boca, San Lorenzo o River, empezamos a ver los impedimentos que tenían en los mismos clubes. Y de la lista de esos impedimentos surgía uno en común que exponían todas las chicas, algo que iba más allá de la práctica deportiva y que estaba relacionado con el mundo doméstico. Las chicas contaban que mientras las madres se oponían, los padres estaban encantados con que las hijas jugaran al fútbol. Eso es algo que no esperábamos y nos sorprendió. Los prejuicios siempre son tontos. Eso es algo que quisimos mostrar desde un principio. Y se puede ver que son los mismos, no importa si jugás en la villa, en el country o en la selección; la situación se repite.

—¿Y cómo explica que pese al crecimiento del futbol femenino, "la número 5" y las mujeres todavía encuentren tanta resistencia en cierto imaginario cultural argentino?

—Hay que analizar los distintos elementos subyacentes significativos porque el fútbol no es cualquier deporte en Argentina. Las chicas crecen en un medio futbolístico, como es la familia, y después se les dice que no está bien que practiquen eso. Es medio una locura, porque es el deporte más popular y deja a la mitad de la población afuera. Nos interesó mostrar cómo a pesar de los prejuicios y los impedimentos, todas estas mujeres avanzan hacia lo que ellas creen que tienen derecho a ejercer: el deporte, la recreación o lo que quieran hacer con su vida. Eso fue lo que nos gustó de las chicas, que no se victimizan, no toman ese rol que desde muchos espacios se le ofrece sino que ejercen sus derechos y lo hacen en esos espacios, en la cancha. Fue muy significativo, el día que les explicamos a los chicos de la villa 31 que íbamos a mostrar la película (Mujeres con pelotas), escucharlos decir «es el horario de las chicas, vamosnos». Antes teníamos que superar este problema que ahora está normalizado: los chicos respetan el horario de las chicas. Está bueno contarlo porque la película fue realizada en un momento, pero hoy la cosa varió muchísimo. Hay que entender que el machismo no es una cosa de los hombres sino un acuerdo social que reparte beneficios y cuestiones negativas para los géneros. Porque también a los hombres se los excluye de, por ejemplo, las emociones. Y lo mismo ocurre con las mujeres. Está bueno empezar a pensar en eso que es común a todos. Es un acuerdo que nos atañe a todos y hay una responsabilidad compartida a la hora de pensar cómo empezamos a corrernos.

—Pensar que la falta de difusión del fútbol femenino responde sólo a una falta de rentabilidad, como deslizan algunos interlocutores en el documental, despierta dudas

— Ya ese cuento de que no mueve ganancias, cuando vos ves un montón de chicas que entran en ligas donde pagan, no va. Sabemos que donde hay gente, siempre hay negocios. Vas a pueblos de cualquier parte del país, y no hablo de ciudades capitales, y ves ligas de 10 o 15 equipos de chicas. Me parece que es un fenómeno que no se está registrando lo suficiente. Al mismo tiempo, ves las transmisiones de la C y D, en las que están las canchas vacías, y si embargo se les destinan infinidad de recursos a esos partidos. Influyen el hecho de que no haya una liga unificada y también la falta de contención de AFA.

—¿Qué responsabilidad tiene AFA en todo esto?

—Este es un proceso social que hoy, más que nada, depende de las chicas, que ella hagan presencia, se metan en la cancha, y que crezca la base. Luego será el turno de las instituciones para que se termine transformar. Y eso es inevitable. Por eso, insisto, es muy bueno el ejemplo de las chicas porque hacen. Y eso hace la práctica se visibilice y se vuelva presente a nivel social.

Sin embargo, cuesta digerir por qué las chicas de Boca Juniors, por citar un ejemplo, nunca disputaron un partido en la Bombonera

—La locura es que hay gente de Boca que no sabe que tiene fútbol femenino. Entonces, hay escuchar el pedido de las chicas de hacer por los menos cinco minutos en el entretiempo, para que se empiece a conocer quiénes son, tal como se hace con las divisiones inferiores.