El fenómeno de las mujeres adictas al juego no es nuevo en el país, pero en Rosario quedó al descubierto en los últimos años a partir de la inauguración del casino de Victoria, Entre Ríos, al que desde la ciudad, puente mediante, se puede acceder en apenas una hora de viaje.

Las edades de las jugadoras es variada, pero predominan las jubiladas que tienen más tiempo libre y empiezan a concurrir a las salas de juego “para distraerse o para pasar el rato”, según dicen, aunque terminan atrapadas en un mecanismo de adicción que se les vuelve inmanejable.

“Se tiende a pensar las adicciones como una conducta ligada al consumo de sustancias exógenas (externas a la persona)", explica a Rosario3.com, la presidenta de la Asociación Argentina de Ayuda al Drogadependiente, de Rosario (ACAAD), María del Carmen de la Cruz. Pero aclara que "también la bulimia, la anorexia y la vigorexia son adicciones a sustancias endógenas (internas al cuerpo), y deben ser tratadas como tales”.

“Lo que hay que entender es que el tema es complejo y tiene más de un factos influyente", señala la especialista. Para ella, "detrás de cada una de estas adicciones hay situaciones sociales condicionantes y conflictos familiares o personales irresueltos; pero una vez que la persona (en este caso, la mujer) empezó a jugar, y le gustó, o se sintió bien en el lugar al que asiste, porque se siente acompañada, empiezan a jugar un rol importante algunos componentes químicos como las endorfinas que produce el propio cuerpo, que inciden para que ellas quieren volver a jugar, y lo hagan cada vez más". Y explica: "Si a esto se le suma la proximidad de una sala de juego, se facilitan las cosas para que quien atraviesa por una o más de esas situaciones, termine desarrollando su adicción”.

Si bien la institución no maneja estadísticas locales acerca del crecimiento del fenómeno que protagonizan las mujeres jugadoras, estiman que en los últimos años primero igualaron en proporción a los hombres, y luego los superaron, sobre todo en algunos juegos como el bingo, las máquinas tragamonedas y la quiniela, sin olvidar las reuniones semanales o diarias de amigas que se reunen a jugar a las cartas y a apostar, como antes lo hacían más los hombres.

“Ninguna de ellas lo ve como un probema y los hijos lo aprueban porque creen que se trata de un entretenimiento, hasta que se complica la situación financiera hogareña a causa de que se la mamá o la abuela gasta todo el sueldo, toda la pensión o incluso los ahorros familiares propios y de los otros convivientes, para poder seguir jugando”, explica la psicóloga. Recién entonces, cuando los familiares descubren el endeudamiento, acuden a la consulta y piden ayuda”.

Angustia, ansiedad, problemas de pareja y cuadros depresivos son algunos de los factores psicológicos que se suman a la soledad, y que según los expertos afectan más a las mujeres que a los hombres.

“El juego compulsivo también funciona a veces en ellas como un mecanismo compensatorio y dicen respecto de sus maridos, a quienes les sacan dinero a escondidas: "La plata que le robo a él, equivale al tiempo que él me roba de su presencia", detalla la especialista, quien enmarca este comportamiento “inmaduro” en el pensamiento mágico característico de los niños y de los pueblos primitivos.

“Las mujeres que consultan son capaces y están bien dotadas intelectualmente, pero ya sea por necesidad de venganza, por imposibilidad de resolver algún conflicto, o por estados emocionales que las superan, buscan soluciones mágicas y adhieren a la fantasía de poder y triunfo con que se promocionan los juegos de azar”, comenta.

En poco más de un mes, el casino del City Center Rosario abrirá sus puertas, y para las rosarinas (y rosarinos) ya no hará falta manejar una hora o pagar el pasaje para que una traffic los traslade desde la plaza Sarmiento hasta la ciudad entrerriana.

Según comentaron desde la empresa constructora, “la idea de la decoración del casino rosarino busca que cuando una persona entre al lugar se sienta rica; por eso juegan los colores verde y rojo y el enchapado dorado”. Difícil puesta a prueba para los adictas y adictos.