Kevin Kelly, el conocido editor de la revista de cultura y tecnología Wired, señala que al evolucionar los dispositivos de reproducción de música, “el acto de escuchar música se transformó de una experiencia grupal a una experiencia individual contenida en la soledad creada por los audífonos”. En este universo digital de duplicaciones infinitas, perdieron sentido algunos conceptos como el de álbum, desplazado como objeto de consumo por los archivos digitales que pueblan los i-pods.
Los cambios son tan veloces que ya muy poca gente repara en que la compresión de los archivos de audio arrinconó el concepto de alta fidelidad. Decididamente, las nuevas generaciones se sienten cómodas entre ringtones, pero muchos ni siquiera han oído hablar de las bondades del hi fi.
Christian Ferrer, a cargo del seminario Informática y Sociedad de la UBA, advierte que es hora de preguntarse “qué significa actualmente escuchar”, y más aún, apunta “qué significa todo el almacenamiento actual y por qué está teniendo lugar”. El apunte resulta más que pertinente si se tiene en cuenta que en la ceremonia en la que Google recibió el premio Príncipe de Asturias de comunicación, un ejecutivo de la empresa prometió que en “unos años” toda la música de la historia entrará en un dispositivo del tamaño de la palma de la mano.
Para las nuevas generaciones “el disco”, la base de la cultura del rock que dominó el horizonte cultural de varias generaciones de adolescentes, dejó de ser el objeto de consumo. El MP3 avanzó en ese cambio de manera inapelable, pero aún no se pueden decir cuáles terminarán siendo los efectos de eso, destacan los expertos. Más aún, la “experiencia álbum” sólo se puede recuperar a través de la narración de los mayores, o con la data que se busque en Wikipedia y la tapa que se pueda bajar de alguna página oficial o de fans.
En 2007 en Argentina se bajaron 612 millones de archivos de música. Tanto Kevin Kelly como los principales analistas del fenómeno del software libre, acuerdan con la idea de que la popularización del MP3 realizó en esta década un cambio capaz de borrar para una generación entera la noción de que la música debe ser comprada.
“Para los jóvenes hay algo muy fuerte en el deseo de compartir música. Es un rasgo de identidad generacional para ellos. El fenómeno no reconoce fronteras y, potenciado por Internet, se ha convertido en una impronta cultural que se debe procesar institucionalmente en todos los ámbitos donde se interactúa con adolescentes”, advierte Kelly.
Fuente: Revista Ñ
Los cambios son tan veloces que ya muy poca gente repara en que la compresión de los archivos de audio arrinconó el concepto de alta fidelidad. Decididamente, las nuevas generaciones se sienten cómodas entre ringtones, pero muchos ni siquiera han oído hablar de las bondades del hi fi.
Christian Ferrer, a cargo del seminario Informática y Sociedad de la UBA, advierte que es hora de preguntarse “qué significa actualmente escuchar”, y más aún, apunta “qué significa todo el almacenamiento actual y por qué está teniendo lugar”. El apunte resulta más que pertinente si se tiene en cuenta que en la ceremonia en la que Google recibió el premio Príncipe de Asturias de comunicación, un ejecutivo de la empresa prometió que en “unos años” toda la música de la historia entrará en un dispositivo del tamaño de la palma de la mano.
Para las nuevas generaciones “el disco”, la base de la cultura del rock que dominó el horizonte cultural de varias generaciones de adolescentes, dejó de ser el objeto de consumo. El MP3 avanzó en ese cambio de manera inapelable, pero aún no se pueden decir cuáles terminarán siendo los efectos de eso, destacan los expertos. Más aún, la “experiencia álbum” sólo se puede recuperar a través de la narración de los mayores, o con la data que se busque en Wikipedia y la tapa que se pueda bajar de alguna página oficial o de fans.
En 2007 en Argentina se bajaron 612 millones de archivos de música. Tanto Kevin Kelly como los principales analistas del fenómeno del software libre, acuerdan con la idea de que la popularización del MP3 realizó en esta década un cambio capaz de borrar para una generación entera la noción de que la música debe ser comprada.
“Para los jóvenes hay algo muy fuerte en el deseo de compartir música. Es un rasgo de identidad generacional para ellos. El fenómeno no reconoce fronteras y, potenciado por Internet, se ha convertido en una impronta cultural que se debe procesar institucionalmente en todos los ámbitos donde se interactúa con adolescentes”, advierte Kelly.
Fuente: Revista Ñ


