La imagen de nueve cuerpos colgando de un puente en la localidad de Nuevo Laredo, conmocionó, ayer, una vez más, a los habitantes de México, que aún no se reponía de la noticia de los cuatro periodistas asesinados, un día antes, en Veracruz.
Los cadáveres, según fuentes oficiales, tenían señales de haber sido torturados. Se trataba de cinco hombres y cuatro mujeres, con los ojos vendados, colgando de un los puentes más importantes no sólo de Nuevo Ladero, sino del Estado de Tamaulipas, situado el noroeste de México. Pero no fue lo único: también aparecieron, en las inmediaciones, catorce personas decapitadas, metidas en bolsas negras.
El cártel de los Zetas se atribuyó las ejecuciones de este grupo de sicarios del Cártel del Golfo, según la pancarta que dejaron también colgada junto a los cadáveres. "Así me los voy a ir acabando a todos los pendejos que mandes a calentar la plaza." advertían.
Actualmente los Zetas se enfrentan a tiro limpio con el Cártel del Golfo, aliado del de Sinaloa, para arrebatarles el control del narcotráfico en este estratégico punto, fronterizo con Texas, por el que pasan armas, drogas, emigrantes y hasta órganos humanos para el tráfico ilegal. Una ciudad clave para la distribución de droga hacia la costa este de Estados Unidos.
El recrudecimiento coincide con una mayor presión del Ejército contra líderes de ese grupo criminal. De hecho, el rumor que corre entre el "crimen organizado" es que el Gobierno mexicano, ante la imposibilidad de ganar militarmente esta "guerra", estaría favoreciendo al cartel de Sinaloa, en su lucha contra los Zetas, más impopulares entre la población civil que otros grupos delictivos, ya que al tráfico de droga han sumado la extorsión hasta a los niveles más humildes.
Desde que en noviembre de 2006 el presidente Felipe Calderón llegó al poder, la guerra entre y contra los cárteles de la droga ha dejado 50.000 muertos en todo el país.