Desde las primeras prácticas y reflexiones se puso en evidencia que en la educación virtual los estudiantes debían ser activos y participativos en todos los espacios generados durante la formación. Esto no significa que no lo fueran en la enseñanza presencial, sino que en lo virtual esta actitud se vuelve absolutamente necesaria, imprescindible para que el proceso se lleve a cabo: un estudiante puede acudir a las clases presenciales y no participar jamás e igualmente habrá completado el proceso; la falta de participación en un entorno virtual se parece a la ausencia de las clases presenciales.
Esta participación genera por sí misma espacios de comunidad. Así, la educación virtual incluyó estructuralmente desde un principio –por lo menos en forma potencial– la construcción colectiva de conocimiento.
Más allá de estos dos aspectos –que no son poca cosa– las propuestas virtuales tendieron a replicar el esquema didáctico tradicional y la ideología iluminada en cuanto a circulación del saber: un profesor de una institución reconocida imparte conocimiento a alumnos, aunque quedaba latente la idea de que el entorno daba para más, de que se pueden explotar más y de otra manera las posibilidades web.
Esta idea latente es la que tal vez inspiró al equipo que ideó el concepto y desarrolló el sitio Supercoolschool, una plataforma en la que se van agrupando potenciales alumnos que “quieren” aprender sobre un tema y se autoproponen un docente que quiera enseñar sobre ese tema. Sin pagos, sin exámenes, sin registro de asistencia, esta propuesta se sustenta fundamentalmente en una base pasional: el deseo de enseñar y aprender.
Durante la dictadura militar argentina de 1976-1982, en las carreras humanísticas de la educación universitaria –Filosofía y Letras, Psicología– el saber estaba desplazado de los centros institucionales, y funcionaban en forma muy productiva los grupos de estudios en los que se realizaba la formación real, con bibliografía actualizada, autores y debates vigentes.
Algunos de estos grupos eran privados y pagos, a cargo de profesores destacados prohibidos en la universidad; otros fueron autoorganizados por los alumnos en forma espontánea, y consistían en lecturas colectivas y transferencias de ideas y expertises en una forma bastante similar al esquema propuesto por Supercoolschool, en el sentido de la transferencia entre pares y el deseo de saber como motor. Los conocimientos que los universitarios de esos años construyeron en esos grupos fueron pilares importantísimos de su formación profesional.
Volviendo a Supercoolschool, los fundamentos de este emprendimiento merecen ser revisados porque tienen que ver con la reflexión educativa y con los mecanismos y funcionalidades más interesantes de la Web 2.0.
Fuente: Educ.ar


