Sabrina Ferrarese
En menos de un año tocaron tres veces por acá. Son cinco pibes que tres años atrás formaron una banda a la que llamaron "Onda Vaga" y salieron a tocar por todos lados sus canciones soñadoras, rumbitas de amor romántico de ajetreadas guitarras. Anoche llenaron el Centro Cultural Lavarden, agotaron entradas y obligaron a la gente a bailar y a aplaudir sin parar, con lo que lograron confirmar su consolidación en la ciudad.
Esta vez, la despedida no fue triste. Todo lo contrario. Nacho Rodríguez y Marcelo Blanco (ex Doris), Marcos Orellana y Tomás Justo (Michael Mike) y Germán Cohen (Satelite Kingston, Orquesta de salón) aparecieron en el escenario cerca de las diez de la noche, con dos refuerzos en percusión y vientos, y todo fue una fiesta. La alegría de los veintiañeros se esparció por la sala, contagiando al público, formado en su mayoría por adolescentes, muchas chicas para felicidad de los “vagos”, quienes no perdieron oportunidad de invitarlas al escenario para verlas bailar.
Bastó con que sonaran los acordes de “Me pega fuerte” para que ninguna butaca quedara ocupada. Nadie permaneció sentado, tampoco en los palcos, donde desde abajo se podía ver a los fanáticos moviéndose en sintonía con los gritos de la trompeta y los latidos de un cajón peruano, que no descansó en toda la noche.
Anoche, Onda Vaga hizo un recorrido por “Fuerte y caliente”, divirtiéndose con cada acorde, entre miradas cómplices, bailes, algunos cigarrillos y copitas. Parecían sorprendidos pero a gusto con “la buena onda” de Rosario. No faltaron “Te quiero”, “Sequía de amor”, “Rayada”, “Gilda” “Experimento”(con pasos de baile frenéticos en el escenario) ni “Mambeado”.
Pero no todo fue un adiós. El Centro Cultural Lavardén –del que los músicos halagaron el techo– recibió las nuevas melodías que los chicos ya grabaron en un nuevo disco. Con irónicas referencias a la tardanza en su lanzamiento, enfatizaron una y otra vez en que “en los próximos meses” estará en la calle.
Sólo presentaron un tema, al que llamaron “Héroe del mar”. El resto, una decena de canciones que renovaron la intensidad de la propuesta, con la siempre presente receta de letras cálidas, plagadas de fantasía y guiños de niño. Una vez más, los tambores marcaron el paso, las guitarras se pusieron a vibrar y los vientos se convirtieron en dulces huracanes. Habrá que esperar para escuchar estos temas en casa, quizás ya haya llegado el invierno.



