En los 80’ surgió un héroe de carne y hueso, sin capas ni super poderes. Un arqueólogo que en sus ratos libres, se lanza a la aventura de rescatar tesoros, siempre codiciados por ruines y malintencionados. Indiana Jones, la creación de George Lucas en 1973, despertó un fanatismo que se fue multiplicando a lo largo del tiempo. Un detalle que lo caracteriza es su sombrero, cuyas réplicas recorren el mundo. En Rosario, surgió “Steele y Jones”, un emprendimiento encabezado por dos jóvenes seguidores de “Indy” que en principio sólo quisieron “tener un sombrero digno de usar en el estreno de la cuarta película “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal”, el año pasado.

En 1981, “En busca del arca perdida” sacudía a la audiencia con las vicisitudes de este profesor y su “alter ego”, Indiana Jones. “Nunca se le cae el sombrero, el tipo pelea, lo persiguen, corre para escaparse de la explosión de un avión y el sombrero siempre puesto. Pasa por debajo de un camión, mata al chofer, recupera el camión y no se le cae el sombrero. Incluso en el final, es una chica la que le saca el sombrero y después el personaje no vuelve a participar con sombrero”. La observación sólo pudo lograrla un aficionado, un estudioso, un detallista.

Se trata de Diego (Indiego Jones es su nick en los foros especializados) uno de los impulsores de este emprendimiento junto a Roberto, otro joven de Buenos Aires. Ambos se conocieron por Internet, en un foro español sobre Indiana Jones y decidieron confeccionar sus propios sombreros para la tan esperada cuarta película. Y lo lograron a tal punto que comenzaron a venderlos, a pedido de otros seguidores entusiasmados con la idea de llevar puesto algo del héroe. En un año ya comercializaron unos 95 ejemplares, hechos a mano, a Estados Unidos, Italia, España, Suiza, Colombia, Chile, entre otros países. Incluso, Liniers les dedicó dos historietas que fueron publicadas en la revista ADN, del Diario La Nación.

Una verdadera cruzada

“No existe Indiana Jones sin sombrero”, sostuvo Diego, en una entrevista con Rosario3.com. “El sombrero no es común y corriente, es muy particular tiene muchos detalles que lo hacen único. Una de las funciones es cubrirle el rostro. El personaje nace con sombrero, tal cual lo concibe George Lucas. Es de lados rectos, de ala particularmente ancha, la gente lo asocia mucho con el de Gardel pero el ala es mucho más fina. Tiene una cinta que hace resaltar el alto de la copa y su material es fieltro”, detalló, luego de años de estudiar las imágenes y fotos de este accesorio y agregó: “Siempre es del mismo color aunque parezca en muchas escenas diferente, siempre es marrón oscuro”.

“El trabajo de investigación fue antes de que nos conociéramos con Roberto”, sostuvo. “Con el fanatismo a través de los años fui juntando fotos, imágenes y dimensiones, por ejemplo la altura del ala del frente. Nadie tiene el original porque nunca imaginaron que la película fuera el éxito que fue”, señaló.

Sin embargo, a modo de matemáticos, Diego y su amigo sacaron cuentas y lograron proporciones casi perfectas: “Los primeros no lo hicimos como un negocio sino para tener en el estreno. Usamos los que compramos en Buenos Aires que eran del estilo pero nos dimos cuenta que podíamos mejorarlos. Mostramos lo que habíamos hecho en el foro y todos dijeron “Qué bueno está”. Algunos nos pidieron y nos miramos virtualmente con Roberto y pensamos “Están todos locos”- se ríe- No entendíamos por qué no se las ingeniaban estando en Europa. Hicimos una lista y eran quince sombreros, no lo podíamos creer. Y los pagaron. Cumplimos y se quedaron re contentos”.

El material que usan es el fieltro que, según destacó el pequeño empresario, “es un material vivo, se muere cuando pasaron unos quince años y por eso los sombreros más viejos son los más lindos porque ya no cambian”. El proceso fue revelado: “Una sombrerería de Buenos Aires nos vende el fieltro. Lo bloqueamos, recortamos el ala, refinamos el material, le ponemos la cinta y el lazo, el forro de seda con nuestra marca- bordado por las manos de Pilar, su esposa - y así obtenemos el producto final”.

Los moldes fueron fabricados por la pareja de “fans”. Mientras Roberto usa yeso, Diego prefiere el tergopor industrial tras un intento fallido con el yeso artístico: “Los que lo conocen saben que fragua rapidísimo, sobre todo en las manos”, recordó entre carcajadas. Cada ejemplar les lleva, aproximadamente, seis horas netas de trabajo y lograron a la perfección los cuatro modelos usados por el actor Harrison Ford. Para sacarse el sombrero.