Las altas temperaturas registradas en el verano constituyen un factor de riesgo para la inocuidad y calidad de los alimentos ya que debido al calor y a los sistemáticos cortes de energía que sufre la ciudad, se puede interrumpir la cadena de frío de los alimentos. Si además se da una manipulación incorrecta, se abren las puertas a la contaminación de los mismos, aumentando al consumirlos, la posibilidad de contraer enfermedades de transmisión alimentaria que usualmente provocan cuadros de náuseas, vómitos, diarrea y fiebre, y que pueden llevar a la deshidratación.

“Está comprobado que en el verano la gente suele salir a comer afuera o compra productos elaborados en rotiserías con mayor asiduidad, por lo que se refuerzan las auditorías”, señaló el director del Instituto del Alimento municipal, Luis Baita. Actualmente, el área realiza 80 inspecciones diarias en lugares donde se producen y se venden alimentos “privilegiando desde noviembre a marzo el control en sandwicherías y heladerías y aquellos lugares considerados de riesgo, es decir, los que manipulan distinto tipo de alimentos, como por ejemplo, los tenedores libres donde comen en una misma noche muchísima gente”.

Un 30 por ciento de los comercios inspeccionados suelen presentar algún tipo de irregularidad en materia sanitaria. “Se les pide, en general, que corrijan cuestiones que hacen a la limpieza del lugar por lo que le concedemos unas 48 horas para revertir la situación”, explicó Baita a Rosario3.com . Según el titular de Alimentos, “a través del sistema de denuncias del Instituto se reciben aproximadamente cinco denuncias diarias por intoxicaciones autolimitadas. Es decir, que se circunscriben a un grupo de no más de cuatro personas”, por lo que descartó que se hayan producido intoxicaciones masivas en lo que va de la temporada.

Las personas que manipulan alimentos, deben estar atentas a no incumplir con las normas básicas de bromatología contempladas en el Código Sanitario Argentino. Si bien unas 2.500 personas realizan mensualmente el curso obligatorio para la manipulación de alimentos del Instituto, no significa que cumplan con las reglas de forma tajante, por lo que de parte del consumidor debe existir siempre una actitud de alerta. Sin embargo, no sólo hay que atender el estado de los alimentos en los ámbitos públicos ya que las enfermedades de transmisión alimentaria pueden darse en la cocina propia.

“La gente debe exigir que el local esté limpio, que las heladeras funcionen, que el color y el olor de los productos parezca normal, que no se haya cortado la luz previamente y que los alimentos estén bien presentados en el plato”, señaló Baita. Como ejemplo concreto, el director del Instituto del Aliemento, presentó el de las heladerías: “Hay que agudizar la atención en la higiene, ver que las heladeras no estén condensadas, que la cuchara para servir el helado no pase del tarro al escritorio y de allí a otro tarro y también que la persona que atiende no sea la misma que cobre porque de esta forma está en contacto con dinero”, agregó.

Las precauciones citadas no implican que se deba renunciar a las comidas en restaurantes o la satisfacción de comprar comida hecha, muchas veces más sabrosa que la de casa, sino que revelan la necesidad de elegir lugares donde además del bolsillo de los clientes cuiden también su salud.