Nuestros principios, nuestras convicciones conforman lo que somos, lo que pensamos en todos los órdenes de la vida y quizás deberían ir naturalmente de la mano de nuestras actitudes frente a ella.

Ser honestos con nosotros mismos, saber lo que queremos y vivir integralmente respetando los límites que impone la sociedad, la convivencia.

Decir lo que pensamos, vivir como sentimos.

Atrevernos a ser “naturales”, frontales.

Abandonar “la simulación en la lucha por la vida” de nuestro recordado José Ingenieros, y de la mano de la integridad moral, y desde lo profundo de nuestros sentimientos transitar el espacio que nos corresponde con la grandeza de la autenticidad.

Parece simple, sencillo, sabido.

Sin embargo observo que son pocas las personas que “se liberan” y vierten opiniones oportunas que pudieran no ser del agrado de muchos, y son muchas las no se atreven a decir lo que están pensando por “temor” a ser sancionados de una manera u otra.

Se me ocurre que así se vive con miedo.

Adquirir conocimientos, tomar posición frente a conflictos personales o sociales, sin atreverse a manifestarlos, algo así como mantenerlos ocultos para que no “se note” como opinamos. Sino que “se vea” que buenitos que somos, que correcto que actuamos.

Allí está la profundidad de este pensamiento, lo difícil del mismo. Ser justos para con nosotros y para con los otros, porque ser buenos es sencillo.

Una de las maravillas de la democracia es que nos abre esas posibilidades. Está en cada uno el saber aprovecharlas, para crecer y vivir en plenitud, disfrutando este tránsito vital íntegramente.

Me sorprende recibir del público que se acerca a mis escritos frases como ..."qué coraje que tiene, para decir tal o cual cosa", ó…"es catárquico lo que dice, yo no me atrevería"…, “me siento bien leyendo que escriben lo que yo ni siquiera me atrevo a pronunciar en voz alta”…

Este es un lindo tiempo que no se ha dado siempre si miramos un poco nuestra historia, quizás debamos aprovecharlo para crecer, reflexionar, expresar sentimientos reales, darle al otro la posibilidad de que sepa realmente quienes somos. Aunque no le guste algunas veces ó las comparta muchas otras.

Y al decir de don Luis Landriscina, “ guardarse algún elogio, es quedarse con algo ajeno”.

Silenciar sentimientos, simular lo que no somos, es desperdiciar la comunicación profunda entre hermanos.



www.hepatitis-c.com.ar