“En Argentina se hacen ensayos clínicos sin control”. La frase pertenece a Stella Maris Martínez, doctora en Medicina y coordinadora de la Comisión de Bioética de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario, quien en diálogo con el periodista Luis Novaresio del programa Diez Puntos de Radio 2, manifestó: “La investigación científica es legítima pero hay que hacerlo bien”, se sinceró.

El marco de sus declaraciones es el borrador de un informe que la Defensoría del Pueblo de la Nación facilitó al diario Clarín en el que se señala que hay 28.000 pacientes al año sometidos a estos estudios sin controles que, en los últimos cinco años se han por lo menos duplicado, a la par del número de pacientes sometidos. Los datos sostienen que la inversión anual de los laboratorios supera los 200 millones de pesos, el doble que en 2002 y que el 80% de los ensayos pertenecen a laboratorios extranjeros.

Esos datos provienen de relevamientos que la Defensoría realizó en conjutno con la Cámara Argentina de Especialidades Medicinales y la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología (Anmat) y para Martínez, sólo son “la punta del iceberg”.

Dos de cada tres ensayos clínicos no están registrados, especifica el estudio y los números son ratificados por la profesional. “La investigación cuenta con diferentes etapas y en la última se hacen experimentos con humanos pero se hacen ensayos clínicos sin control”, aseguró.

“El 80 por ciento de la investigación clínica que pone en el mercado las nuevas drogas está en manos privadas, en laboratorios que buscan ganancias y para evitar estos abusos está el Anmat pero es insuficiente y las comisiones de bioética tampoco alcanzan Los laboratorios quieren poner rápidamente las drogas en el mercado y en las investigaciones hay mucho de marketing y muy poco de creatividad”, remarcó la doctora, quien asume su “soledad en el desierto” cada vez que pone en evidencia esta problemática.

Según mencionó existen en diversos ejemplos que prueban que en muchos casos, las drogas que salen al mercado carecen de efectividad, incluso, ha habido casos en los que son contraproducentes para el organismo. “En una oportunidad salió a la venta una droga para bajar los niveles de colesterol cuando ya había otras y esta nueva causó destrucción de los músculos de pacientes que las consumieron”, ejemplificó.

El estudio también menciona las sumas de dinero que reciben los médicos para encarar este tipo de investigaciones. Algunas de las tarifas se posicionan en los 500 pesos para el conductor de un ensayo que sólo precisa analizar una muestra de sangre, dinero que puede ascender a los 4 mil dólares para los investigadores de drogas para el sida. O, 18.000 dólares para las investigaciones cardiovasculares, como la aplicación de drogas o tratamientos alternativos en emergencia. En tanto, hasta 45.000 dólares se paga en los ensayos sobre medicamentos para trastornos psiquiátricos, estudios que duran muchos años y con riesgos altísimos.

“Es un secreto a voces que los ensayos se hacen más en el tercer mundo porque se pueden usar estructuras públicas a precios viles. El laboratorio paga por reclutar pacientes. En el mundo celebran contratos pero no con los investigadores, acá el cheque es para el investigador”, marcó la diferencia y planteó como indispensable que “que el sponsor firme el convenio con el sanatorio y no con el médico. De esta forma, muchos investigadores van a desaparecer porque no son investigadores sino gente tentada por grandes sumas de dinero”

“La experimentación es la única forma de que la ciencia avance”, subrayó Martínez quien aconsejó: “Los pacientes deben exigir como en España que los ensayos multicéntricos estén debidamente controlados con seguros lo que permite la regulación y el control”.