Una inusual mañana de viernes tuvieron los vecinos de las inmediaciones de Jujuy y Alvear. Una familia tiene como mascota a un loro que se escapó y llegó al séptimo piso de un edificio del lugar. Los vecinos decidieron ayudar a los apesumbrados “papás” de Pepe que intentaban persuadirlo de que baje y regrese a casa. Gracias a tanta solidaridad y a la audacia de una de sus duñas, la cotorra regresó a casa.
La escena relatada con precisión por el periodista Fernando Carrafiello parecía de otra época. Treinta años atrás, muchas familias tomaban a los loros y cotorras como mascotas, enseñándole a repetir palabras y frases graciosas o groseras. Se les daba un importante espacio en los patios, se asentaban en grandes aros en medio de las plantas y claro, también se escapaban para ganar los árboles. Y los vecinos salían a buscarlo, a pedirle que vuelva.
Pepe es una cotorra, la mascota de una familia tipo. El papá, la mamá y dos hijas de 18 y 22 años. Los cuatro adoran al animal y le propician todo tipo de cuidados y mimos. Anoche, el lorito decidió conocer el mundo y voló. Pudieron ver que alcanzaba el séptimo piso de un edificio de Balcarce al 100. Los intentos para que regrese fueron en vano y con amargura se fueron a dormir. Sin embargo, esta mañana muy temprano salieron a la calle para insistir.
Los vecinos se sumaron al rescate, dando ideas y sugerencias para recuperarlo. Finalmente, las hijas del dueño del alado, pudieron acceder al edificio en cuestión, pero al balcón de al lado. Con mucha paciencia y apelando a ruidos y gestitos con los que suelen comunicarse con el animal lo tranquilizaron. Después, usaron una capucha para envolverlo y retirarlo. Lo llevaron a casa con la promesa de mantenerle sus alitas cortas para que Pepo no vuelva a alejarse más. Final feliz.



