Estuvo pícaro el presidente Néstor Kirchner en su discurso en el acto de entrega de llaves a 232 familias que habitarán las casas del plan de viviendas municipal de Provincias Unidas y Segui. Sobre todo, cuando trató de "pícaros", justamente, a los que "llaman superpoderes" a la facultad que se aprestaba a dar el Congreso al jefe de Gabinete para que pueda reasignar partidas presupuestarias. Afloró también la picardía presidencial cuando dijo que esa facultad la tienen muchos gobernantes provinciales y municipales e incluyó entre ellos a su anfitrión, el intendente Miguel Lifschitz, y más aún cuando sostuvo que esa posibilidad de reasignar partidas es lo que le permitirá destrabar los 30 millones de pesos necesarios para arreglar la costanera central rosarina y los 200 millones para completar los dos tramos que faltan de la autopista a Córdoba.

 

Hablar de los superpoderes que para él no son superpoderes fue la mayor de las picardías. Sobre todo porque atrás de él, en segunda fila, estaba el presidente del bloque de diputados nacionales del Partido Socialista, Hermes Binner, que anticipó su voto en contra de la iniciativa oficial que, en forma tan pícara sostuvo el presidente, tanto beneficiará a la región, mientras el ex intendente aplaudía incómodo.

 

La picardía marcó la visita presidencial –que se concretó este mediodía– desde su propia génesis, cuando aceptó la invitación de un intendente socialista para después de ocho meses viajar a Rosario, justo después de que Carlos Reutemann hiciera saber que no va a ser candidato a gobernador. Y volvió a estar presente cuando integró su comitiva con dos potenciales candidatos a gobernador del PJ, Agustín Rossi y Rafael Bielsa, que se sentaron atrás de él junto a otro candidato a gobernador pero socialista, Hermes Binner.

 

Qué pícaro el presidente. Si hasta se dio el gusto de ironizar sobre el lugar en el que se hacía el acto, un templo evangelista: "Ustedes son los que me dan fe", les dijo a los presentes, descalificando a los que lo cuestionan y ratificando que es más importante su unión con el pueblo.

 

También con picardía, buscó quedar bien con el gobernador Jorge Obeid y el intendente Miguel Lifschitz cuando recordó los años en que se reunían los tres para repensar los problemas de la relocalización de las poblaciones excluidas y habitantes de las villas de emergencia. "Me da mucho orgullo estar inaugurando estas obras tan importantes", señaló. Y agregó: "Vengo a trabajar feliz a Rosario, con un intendente que no es de mi signo político, pero es argentino".

Después, siempre pícaro, hizo su parrafada habitual contra los que lo cuestionan, bromeó con su condición –y orgullo– de pingüino, saludó a los presentes –algo de contacto con el público– y se fue raudo de regreso a Buenos Aires, cerca de una hora después de haber llegado, a esperar que ningún pícaro le impidiera amanecer este jueves con los superpoderes aprobados.