Damián Schwarzstein

 

Reutemann quería pleitesía, tiene pleitesía. Jorge Obeid volvió a dejar en claro, con sus declaraciones en defensa de la gestión de su antecesor, quién es el jefe en en el PJ de Santa Fe. Y, como suele suceder en política, el mensaje del gobernador tuvo varios destinatarios: el propio Lole que hizo saber a través de su vocera Roxana Latorre primero, y por su propia boca después, que si quieren que corra le tienen que “acariciar el lomo”. También los que alentaron al Turco –incluso desde el gobierno nacional– a que, reforma constitucional mediante, intente la reelección, algo a lo que no está dispuesto. Y, claro, parte de la propia tropa obeidista que, proveniente de un tronco político más cercano al setentismo del presidente Néstor Kirchner que al noventismo reutemista, hace de la diferenciación con el senador nacional un culto, y que ahora debe entender que si Reutemann mantiene el no a ser candidato y el PJ pierde después de 24 años la provincia a manos de Hermes Binner, esa será una mochila que el reutemismo le hará cargar el propio Obeid.

 

Después de todo, es Obeid quien está en estos momentos en el poder y quien mató la ley de lemas, la herramienta que le permitió al peronismo dar vuelta las batallas electorales más difíciles. Y que, de estar vigente, acaso hubiera posibilitado que los Rossi, los Bielsa, y todos a los que solos no les alcanza inclinaran juntos la balanza hacia el partido de gobierno, como, sin ir más lejos, pasó con él las dos veces que llegó con apenas el 20 por ciento de votos propios a la Casa Gris.

 

No, no está Obeid para patear el tablero y dejar que Reutemann se convierta apenas en un espectador de la trascendental batalla electoral de 2007. Tampoco el PJ santafesino si, como se dijo en la madrugada de 2003 en la que el Lole le levantó por segunda vez la mano al Turco en el podio de la Casa Gris, su sueño es cumplir “las bodas de plata en el poder”.

 

Ya lo intentó –patear el tablero– Obeid alguna vez . Fue en su primer mandato, cuando decidió enfrentar a Reutemann –que, molesto porque no se lo consultaba, trababa una y cada una de las iniciativas del entonces gobernador en la Legislatura– en una elección para concejales de Santa Fe.

 

Desde entonces Obeid supo –y aceptó– que no quedaría otra que cuadrarse, que en el peronismo de Santa Fe había lugar para un solo jefe político y no era él.

 

Eso le permitió llegar al fin de su primer gobierno a pesar de la “gran debilidad política” que admitió tener, ya que contaba con apenas dos legisladores propios en un Parlamento en el que el reutemismo hacía y deshacía a su antojo. Claro, antes de cerrar el mandato tuvo que pagar el costo de la ley de emergencia económica, diseñada no para él sino para que le cerraran las cuentas a Reutemann que estaba por desembarcar por segunda vez en la Casa Gris. Fue, después de todo, otro acto de pleitesía.

 

Hoy la situación es otra: a diferencia del final de la década del 90, hay en caja recursos para hacer realidad el sueño de “obras, obras y más obras” al que todo gobernante aspira, y la inteligencia para relanzar la gestión después de un arranque algo errático ha reposicionado la imagen de Obeid ante la opinión pública.

 

Pero todo se desvanecerá si el PJ santafesino no retiene el poder. Y Obeid, por si a alguien le quedaba alguna duda, dejó en claro que para él no hay por ahora ningún piloto muleto capaz de ganar la carrera.