Más de una vez hemos intentado convencer a algún amigo o conocido –que por haber nacido en Capital Federal o por haber emigrado más tarde, piensa y vive como un auténtico porteño– de lo difícil que es ser del “interior” y ser escuchado por el gobierno nacional. Dios está en todas partes, contestan ellos, pero atiende en Capital, sin voluntad de complicarse aún más la vida en esa ciudad monstruo que transitan a duras penas de lunes a viernes.
También hemos pretendido persuadir a periodistas de Capital de lo dificultoso que es hacer oír nuestra voz más allá de los límites de las provincias cuando un problema nos aqueja, por el solo hecho de ser de acá y no de allá. Lo que pasa es que ustedes tienen complejo de inferioridad, responde un colega, mitad en serio, mitad en chiste, buscando atenuar los reclamos de federalismo que le llueven a él como supuesto representante de los salvajes unitarios capitalinos.
Pero lo cierto es que los acontecimientos cobran más relevancia y logran mayor cobertura periodística cuando impactan de la General Paz para allá. Ayer, el humo de la brutal quema de pastizales se atrevió a desafiar las distancias y entró en Capital y envolvió el Obelisco y entonces sí, el humo existió, el humo fue de verdad, el humo se volvió preocupante y hasta el Servicio Meteorológico Nacional emitió un insólito “alerta por humo”.
Hizo falta (¿hizo falta?) que se sumaran más muertos en la ruta a los que contábamos hasta la semana pasada a causa del humo, para que la secretaria de Medio Ambiente de la Nación se hiciera cargo y organizara reuniones, citara a los gobernadores para ver qué pasa y recién entonces pensara en la necesidad de tomar alguna decisión.
Los que estamos angustiosamente acostumbrados a dormir y a vivir respirando humo desde hace al menos cuatro años, miramos con optimismo y aplaudimos la reacción de la secretaria Romina Picolotti que aunque tardía, podría sernos beneficiosa.
Preguntas para comenzar la investigación: ¿Por qué los dueños de los terrenos sometidos a la quema quedaron desprocesados? ¿Qué Juzgado hace una interpretación tan particular de los hechos como para librar de culpa a los responsables indirectos de tantas muertes? ¿Para qué están los peajes? ¿No hay otra forma menos perjudicial y menos letal de desmalezar los predios, además del incendio provocado? ¿Quién tenía que controlar y no lo hizo? ¿Por qué no lo hizo? ¿Qué responsabilidad les compete a las secretarías de Medio Ambiente de Santa Fe, de Entre Ríos, de Buenos Aires... y de la Nación? Para ir empezando, sería suficiente con encontrar algunas respuestas a estas preguntas y mientras tanto, ¿sería posible que alguien ordene frenar la quema?
El humo llegó a Capital Federal y lo mostraron los canales de noticias y se vio en la tele. Ahora sí. Ahora sí que el humo existe. Respirémoslo con gusto.
También hemos pretendido persuadir a periodistas de Capital de lo dificultoso que es hacer oír nuestra voz más allá de los límites de las provincias cuando un problema nos aqueja, por el solo hecho de ser de acá y no de allá. Lo que pasa es que ustedes tienen complejo de inferioridad, responde un colega, mitad en serio, mitad en chiste, buscando atenuar los reclamos de federalismo que le llueven a él como supuesto representante de los salvajes unitarios capitalinos.
Pero lo cierto es que los acontecimientos cobran más relevancia y logran mayor cobertura periodística cuando impactan de la General Paz para allá. Ayer, el humo de la brutal quema de pastizales se atrevió a desafiar las distancias y entró en Capital y envolvió el Obelisco y entonces sí, el humo existió, el humo fue de verdad, el humo se volvió preocupante y hasta el Servicio Meteorológico Nacional emitió un insólito “alerta por humo”.
Hizo falta (¿hizo falta?) que se sumaran más muertos en la ruta a los que contábamos hasta la semana pasada a causa del humo, para que la secretaria de Medio Ambiente de la Nación se hiciera cargo y organizara reuniones, citara a los gobernadores para ver qué pasa y recién entonces pensara en la necesidad de tomar alguna decisión.
Los que estamos angustiosamente acostumbrados a dormir y a vivir respirando humo desde hace al menos cuatro años, miramos con optimismo y aplaudimos la reacción de la secretaria Romina Picolotti que aunque tardía, podría sernos beneficiosa.
Preguntas para comenzar la investigación: ¿Por qué los dueños de los terrenos sometidos a la quema quedaron desprocesados? ¿Qué Juzgado hace una interpretación tan particular de los hechos como para librar de culpa a los responsables indirectos de tantas muertes? ¿Para qué están los peajes? ¿No hay otra forma menos perjudicial y menos letal de desmalezar los predios, además del incendio provocado? ¿Quién tenía que controlar y no lo hizo? ¿Por qué no lo hizo? ¿Qué responsabilidad les compete a las secretarías de Medio Ambiente de Santa Fe, de Entre Ríos, de Buenos Aires... y de la Nación? Para ir empezando, sería suficiente con encontrar algunas respuestas a estas preguntas y mientras tanto, ¿sería posible que alguien ordene frenar la quema?
El humo llegó a Capital Federal y lo mostraron los canales de noticias y se vio en la tele. Ahora sí. Ahora sí que el humo existe. Respirémoslo con gusto.


