El profesor español José María Mateos-Aparicio defiende en su tesis doctoral, que presentó el pasado mes de octubre en la Universidad de Burgos, la necesidad de programas que enseñen a los alumnos a comportarse, ya que las medidas sancionadoras que se aplican actualmente ante una “conducta desadaptada”, tales como la expulsión del alumno, no resuelven el problema porque el alumno reincide. Asimismo, en su investigación, Mateos-Aparicio ha tratado de definir la verdadera dimensión de la violencia en las aulas, más allá de la imagen que se muestra en los medios de comunicación y que generaliza las conductas agresivas.

José María Mateos-Aparicio ha desarrollado su investigación en un Instituto de Educación Secundaria de Ciudad Real en España, donde ejerce como docente, y su propósito ha sido arrojar luz sobre “el incremento de conductas desadaptadas en las aulas, lo que se llama conflictividad escolar”, señala. El tema de su trabajo ha sido la mejora de la convivencia y del clima de trabajo en las clases de la ESO. Para ello, ha organizado sesiones de tutorías con los alumnos más conflictivos en las que ha aplicado programas de entrenamiento en habilidades sociales con el objetivo de corregir la conducta desadaptada de estos estudiantes. Mateos- Aparicio aclara que estos comportamientos se dan cuando el alumno falta al respeto al profesor, se enfrenta a él y provoca la pérdida de autoridad de éste; una situación que rompe el clima de trabajo en el aula.

La metodología que ha seguido se denomina de investigación- acción, es decir, él mismo es un agente activo dentro de la misma. El profesor ha trabajado con un total de veinte alumnos, distribuidos en grupos de cinco, que son estudiantes que empiezan a acumular partes de incidencia. La única medida que se aplica en estos casos es enviar al alumno a casa durante dos días, pero cuando regresa al aula el profesor comprueba que su actitud sigue siendo la misma. Por este motivo, Mateos-Aparicio ha creado para su estudio un programa de entrenamiento en habilidades sociales que parte de la idea de que “estos alumnos no se comportan bien porque nadie se ha molestado en enseñarles cuál es la conducta correcta que deben mantener en el aula”.

Durante nueve sesiones, se enseña a estos alumnos cuáles son las habilidades sociales que deben desarrollar en el aula: saludar, pedir permiso, preguntar, etc. Ellos las ponen en práctica y después se les corrige y se les muestra qué han hecho y qué no han hecho bien. El profesor ha completado su investigación con una encuesta a nivel nacional sobre comportamientos adaptados e inadaptados de los alumnos en el aula.

La investigación ha permitido al profesor concluir que sí existe un problema de moderada indisciplina en las aulas, pero que la violencia no es la norma en los institutos y no debe provocar alarmismos. Sin embargo, Mateos- Aparicio señala que aún estamos a tiempo de evitar que la conflictividad se convierta en un problema grave y lleguemos a situaciones como las que se viven en los institutos de Francia y Estados Unidos, en los que se tienen que colocar detectores de metales y guardias de seguridad a las puertas de los centros. Y es que, apunta el profesor, “la indisciplina, como la sustancias adictivas, va produciendo habituación y tolerancia por parte de los profesores, que llegan a pensar que resulta inútil tomar medidas contra los alumnos conflictivos porque éstos no modifican su conducta. Por tanto, si no conseguimos controlar estas situaciones, los escolares acabarán creyéndose inmunes ante cualquier tipo de sanción que puedan ejercer contra ellos”.

Para llevar a cabo esta parte de su estudio, el profesor Mateos-Aparicio realizó veinte entrevistas de aproximadamente una hora de duración. Doce de ellas las dirigió a profesores que imparten clase en el primer ciclo de la ESO, el más conflictivo porque en primero y segundo curso se dan cita alumnos repetidores, con fracaso escolar y desmotivados. Las ocho entrevistas restantes las realizó a orientadores, psicólogos y pedagogos de los centros de secundaria.

Estos trabajos han permitido concluir que “sí hay disrupción y agresiones en los institutos, pero las situaciones de violencia se dan en menor proporción de la que a menudo muestran los medios de comunicación, que toman como referencia una noticia grave y generalizan esta situación”, indica Mateos- Aparicio. Los mismos profesores han revelado en sus entrevistas que la violencia en las aulas les preocupa, pero se trata de casos puntuales, y sin embargo, lo que sufren cada día son situaciones de disrupción, de falta de respeto, de indiferencia por parte del alumno y de que éste entorpezca el desarrollo de la clase. En definitiva, tener que dedicar, como dedican los profesores españoles de secundaria, al menos un 15% del tiempo de la clase a tratar de controlar a los alumnos.

A pesar de que para muchos docentes estas situaciones pueden causarles problemas psicológicos como la ansiedad o la depresión, la mayoría no se inclina por endurecer las sanciones, porque han comprobado que expulsar al alumno no resuelve el problema. No obstante, los profesores apuestan por medidas educativas que enseñen al alumno cómo debe comportarse y “adaptar el sistema al alumno, en lugar de que sea el alumno el que tenga que adaptarse al sistema”, sentencia el profesor Mateos-Aparicio.

Fuente: Agencia de Noticias para la Difusión de la Ciencia y la Tecnología