Virginia Giacosa

Una de cada tres travestis tiene el virus del sida en la Argentina. La cifra se desprende de un relevamiento realizado por el Ministerio de Salud de la Nación que establece que la tasa de personas trans que viven con VIH alcanza el 34,5 por ciento. Los números, que reflejan un panorama alarmante a nivel nacional y se acercan a la realidad de Perú y El Salvador, tienen su correlato local.

En la ciudad de Rosario, donde viven unas 500 personas trans, el 80 por ciento de esa población ejerce la prostitución y poco más de un 30 por ciento convive con el virus del sida. Para Damián Lavarello, director del Programa Municipal de Sida (Promusida) “esta población es la más vulnerable a contraer la enfermedad, porque no es fácil generar lazos asociativos entre ellas y sobre todo porque a diferencia de otros grupos se les complica la cuestión de la visibilidad”. Desde un consultorio trans que depende de la Municipalidad de Rosario y desde la asociación civil Vox trabajan para revertir esos números que pese a todo siguen en alza.

Sida y trabajo sexual: de los mitos al contagio

Las dificultades para acceder al sistema de salud y para insertarse en el trabajo formal, la discriminación cotidiana por apartarse de los estereotipos aceptados y el efecto de los códigos contravencionales son algunos de los padecimientos que no hacen más que abonar el terreno para la prevalencia del virus y de una serie de mitos difíciles de desmontar dentro de la población de travestis y transexuales.

Según lo que establece el relevamiento del Ministerio de Salud de la Nación los hombres se cuidan menos. Tal es así, que un 23 por ciento de los trabajadores sexuales varones contrajo el virus, contra un 1,7 por ciento de trabajadoras sexuales mujeres y un 0,5 de la población en general. En cuanto a las personas trans –con un 34,5 por ciento de prevalencia del VIH– se supone por un lado, que el cuidado de la salud sigue pautas más masculinas y que por otro, en la mayoría de los casos el contagio está supeditado a los mandatos de sus clientes.

“Casi siempre son los hombres que solicitan el servicio los que pautan no usar preservativo. Muchas chicas cuentan que les ofrecen un dinero extra para no cuidarse durante la relación sexual y que por fuerza mayor aceptan esa práctica, porque con esos pesos viven”, relató Daniela, miembro de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgénero de Argentina (ATTA) e integrante de la asociación civil VOX, y añadió: “Ver un buen auto, un hombre joven, profesional, de aspecto saludable hace que las chicas tomen menos precauciones, aunque eso no implique directamente no tener el virus o cualquier otra enfermedad de transmisión sexual”.

Mientras las estadísticas de prevalencia del virus aumentan, ciertas creencias anidan con más fuerza en el imaginario de la población trans, el más vulnerable a la hora del contagio. Desde el Programa Municipal de Sida (Promusida) y la asociación civil Vox acuerdan que hay una lucha simbólica difícil de ganar: la mayoría de las trans piensa que va a contraer el virus.

El hecho de que un gran número conviva con VIH o que por el estilo de vida que llevan en su mayoría no superen los 40 años –una edad que está muy lejos del promedio de vida del que goza la población general– reproduce casi como en forma de un círculo vicioso la imposibilidad de cuidarse. “Piensan que si no están infectadas ya se van a infectar. Hay cierta idea inscripta en ellas en términos de fatalidad”, explicó el director del Promusida. En este sentido, Adrián Clapié, quien lleva adelante una campaña de prevención desde Vox y en conjunto con el Ministerio de Salud de la Nación, señaló que “son muchas las que bajan la guardia con los cuidados y creen que es difícil o casi imposible que no lleguen a contagiarse algún día”. “Cuando alcanzan los 35 años se sorprenden de no haber tenido un test positivo, recién ahí, se replantean una toma de conciencia y empiezan a trabajar en prevención”, remarcó. Sin embargo, para unos y para otros hay algo de ese velo que se empezó a descorrer en los últimos tiempos y sobre todo con el surgimiento de las nuevas generaciones y algunas políticas específicas de diversidad.

Desde hace dos años en Rosario funciona el primer consultorio trans (Moreno al 900) de la región donde se asesora a los pacientes para que conozcan los efectos no deseados de algunas prácticas que se realizan en busca de la adecuación corporal y puedan prevenir futuras complicaciones. Asimismo, se les brindan en forma gratuita preservativos y se les da información para prevención de VIH y otras enfermedades de transmisión sexual. “La atención es estándar, pero lo interesante es que se utiliza el nombre de género con lo cual, las personas se sienten más cómodas y no discriminadas a diferencia de lo que pasa en otros ámbitos de la salud, adonde llegan con aspecto de mujer y son llamadas a consultorio con el nombre que aparece en su DNI, cosa que les resulta poco amigable”, contó Lavarello y agregó: “Lo positivo de estos dos años de trabajo, es que en la tarea cotidiana del consultorio es cada vez más común ver que las trans más jóvenes, de entre 18 y 30 años, tomen más precauciones y cuidados”.

En la misma línea, trabajan los miembros de la asociación Vox (con sede en Entre Ríos y Cochabamba, a pocas cuadras de la zona de trabajo trans) donde también entregan en forma gratuita preservativos y a partir de octubre llevarán a cabo test de detección en horario nocturno (los jueves entre las 19 y las 21) para estimular la participación de travestis y transexuales. “Se trata de un grupo que tiene una realidad muy compleja. No es sencillo llegar. Como tienen una vida nocturna intensa no se las puede convocar para los horarios diurnos, por eso propusimos este cambio de modalidad. Además, una vez que se realiza la prueba si el resultado es positivo hacemos un acompañamiento médico (test de carga viral, recuentos de células, visitas al infectólogo, medicación) y psicológico”, enumeró Clapié.

El sueño de Mujer Bonita

En la actualidad, 14 de las 24 provincias argentinas penalizan y criminalizan la diversidad sexual, incluyendo en los Códigos de faltas y contravenciones provinciales las figuras de “travestismo”, “ofensa al pudor” o “prostitución escandalosa” como sucede en el envejecido Código de Faltas vigente en Santa Fe, para cuya derogación aún no se llegó a construir los consensos necesarios. De las 500 personas trans de la ciudad de Rosario un 80% se dedica al trabajo sexual como única alternativa posible para la supervivencia y se estima que poco más de un 30 % tiene VIH, y un porcentaje similar sufre de sífilis, virus de papiloma humano, hepatitis B y C y blenorragia, entre otras enfermedades de transmisión sexual.

Cuando se habla de esta problemática da la sensación que todo se dirime en un juego de luces y sombras. Hay algo del lado de las trabajadoras sexuales trans que más que iluminarse queda expuesto, casi encandilado. Pero del otro lado, donde están los hombres que demandan el servicio, todo es una oscuridad que nadie intenta despejar.

Según un informe del Centro Nacional de Referencia contra el Sida, más del 10% de una población de 1500 hombres encuestados que tienen sexo con hombres (HSH) resultó tener el VIH. La mayoría se definió gay, otra parte homosexual, algunos bisexuales y los últimos no se encasillaron en ninguna categoría. Para la abogada, Alcira González, especialista en temas de género “nunca se habla del cliente, pero si de la trabajadora sexual al punto que muchas veces se la estigmatiza". “Existe una oferta, porque primero hay una demanda”, sentenció González y agregó: “La mayoría son hombres de familia, casados, algunos con hijos, profesionales, muy tradicionales en sus prácticas cotidianas”.

El trabajo sexual les permite a las trans vivir la día. Pagar un plato de comida y el alquiler de una habitación gracias a un ingreso que es mucho más flaco que las agresiones que más de una vez tienen que soportar en la calle. “A veces te topas con hombres que te exigen determinadas cosas o que sencillamente te agreden, te insultan, te dicen cosas que no tenes porque escuchar durante la relación sexual. Eso es una constante en este trabajo y lo que siempre trato de decirles a las chicas es que no hay que soportar determinadas cosas”, cuenta masticando cierta bronca Daniela, que desde hace tres años realiza desde Vox un trabajo en terreno con la intención de que la población de travestis y transexuales de Rosario se acerquen a la asociación para conocer no sólo sus derechos sino también interiorizarse de los cuidados en materia de salud.

“De los testimonios que recojo en la calle, puedo decir que ninguna está conforme plenamente con lo que hace. En mi caso, siento que hay muchas otras cosas que puedo hacer mejor, pero no tengo el espacio. Podría trabajar en una oficina, atendiendo un negocio, incluso me estoy formando en un oficio pero nadie te abre puertas”, se lamenta Daniela.

Aquí asoma la paradoja: la prostitución no es únicamente la manera de ganarse la vida sino sencillamente la oportunidad de ser. Es decir, tener una identidad propia a pesar de la criminalización, la cárcel, los golpes de la policía y el rechazo social. “No sólo les es redituable sino que es la manera de reafirmar su identidad, pero ninguna está especialmente a gusto con eso”, explica Lavarello.

Es así que el tránsito por la prostitución termina siendo el laberinto obligado más que el elegido. Para Clapié casi ninguna de las trans que entra en el trabajo sexual deja de albergar el sueño de que alguna vez alguien las rescate de esa pesadilla. Como aquel personaje representado en el filme “Mujer Bonita” por la actríz Julia Roberts, quieren dar vuelta de página y cambiar su realidad. “Todas quieren conocer a un hombre, que sea trabajador y que las elija como compañeras para su vida. Algunas lo consiguen, pero no todas llegan a tener ese final felíz”, dice.