Una investigación realizada por el equipo de profesionales de la Universidad de Michigan en los Estados Unidos, publicada en la revista especializada Hipertensión, destaca que respirar aire contaminado, aún cuando esta acción dure apenas dos horas, podría ser riesgoso para los niveles de presión arterial y, por ende, implicar un mayor peligro de sufrir enfermedades cardiovasculares.

“Aunque creemos que el aumento del nivel de la presión diastólica, es decir la medición inferior de la presión arterial, podría no ser significativa o dañina en las personas sanas, en aquellas que tienen algún antecedente familiar u otro factor de riesgo, podría contribuir al desarrollo de un ataque cardíaco o un accidente cerebrovascular”, sostiene en el comunicado oficial el doctor Robert Brook, principal autor de la experiencia y profesor de la mencionada institución académica.

Ante este hallazgo, el doctor Sergio Baratta, integrante del Servicio de Cardiología del Hospital Universitario Austral (HUA), opinó: “Cuando pensamos en factores que pueden provocar o bien influir en la alteración de los vasos sanguíneos, pensamos en el humo del cigarrillo. Sin embargo, actualmente nos encontramos ante una nueva amenaza relacionada con la contaminación ambiental”.

“Si pensamos que casi un tercio de la población adulta presenta hipertensión arterial y que esta se asocia a problemas cardiovasculares y vasculocerebrales, el aumento de gases tóxicos procedentes de fábricas, centrales eléctricas, caños de escape de automóviles y la combustión de carbón entre otros, representa, sin dudas, una nueva señal de alarma”, agregó.

Según la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, los cuatro contaminantes más comunes emitidos en el aire son: materia microscópica particulada, dióxido de nitrógeno, ozono y dióxido de azufre. “Esto quiere decir que son precisamente las pequeñas partículas microscópicas las causantes del aumento de la presión diastólica secundaria a la vasoconstricción de las arterias que comienza en las primeras horas del día y continúa durante toda la jornada”, explicó el cardiólogo.


Con el objetivo de establecer el rol de los contaminantes ambientales en la alteración de la presión y el desarrollo de la hipertensión, situación en la cual el corazón debe esforzarse más allá de sus posibilidades para bombear sangre al resto del sistema circulatorio, el equipo de Brook analizó los datos médicos de 83 personas mientras respiraban niveles de gases y tóxicos similares a los hallados en cualquier calle de una ciudad grande y cosmopolita de muchos habitantes.

“Examinamos los vasos sanguíneos para ver la respuesta de estos antes y después de respirar niveles elevados de aire contaminado. Pudimos ver que la presión diastólica se elevaba prácticamente en cuestión de dos horas. Con respecto al funcionamiento de los vasos, registramos alteraciones de hasta 24 horas”, postulan los especialistas estadounidenses.

Finalmente, y también en el comunicado con las conclusiones, remarcaron que las partículas microscópicas del aire y no los gases de ozono son las que causaron la elevación de la presión arterial que afectó el funcionamiento de los vasos sanguíneos.

Fuente: Hospital Universitario Austral