A cuantos hay que matar (Alfaguara) la última novela del periodista y escritor Reynaldo Sietecase podría haberse llamado simplemente No hay buenos. Es que a lo largo de las páginas de este policial que cuenta la historia de un padre que busca venganza porque su único hijo fue secuestrado y asesinado, no se salva nadie. Un abogado que estuvo preso diseña la venganza. Un sicario que fue guerrillero en la década del 70 la ejecuta y los autores del delito pese a ser apresados y cumplir la condena son asesinados. Incluso, un periodista con cero escrúpulo tiene su lugar dentro del plan macabro. La presentación de la novela será este viernes a las 19.30 en la librería Ross, Córdoba 1345, y Sietecase estará acompañado de otros dos periodistas: Roberto Caferra y Gerardo Rozín.
"Tenía muchas ganas de escribir sobre la venganza, que es un tema que atraviesa a toda la literatura. No es nada nuevo, es una de las grandes pasiones humanas", cuenta Reynaldo Sietecase a Rosario3.com. Y resume: "Mi único objetivo era contar una buena historia. En eso soy peor sicario que el de la novela".
El caso Blumberg como disparador
El escritor se metió de lleno en el género policial y cabalgó entre la realidad y la ficción para contar la historia con tres niveles narrativos (la crónica del secuestro, la crónica de la venganza, la crónica de la entrevista en la cárcel) que si bien tiene cierta reminiscencia del caso Blumberg también está nutrida de otros disparadores. "Metí todo en una licuadora y lo usé. Me basé en un caso real porque el policial exige cierta verosimilitud pero en base a la ficción usé todo lo que tenía", explicó Sietecase al tiempo que enumeró que como todo buen cronista debió investigar sobre venenos –cosa que desconocía– y hacer varias veces un recorrido en tren al conurbano bonaerense para poder describir la ruta del secuestro y el pago del rescate que aparecen en la novela.
Federico Bauer (el Juan Carlos Blumberg de la novela) es un empresario poderoso, de clase media alta y “buen católico”. Busca armar una venganza después del secuestro y asesinato de su único hijo, Alejandro, y hacer matar a los asesinos cuando salgan de la cárcel. "Usé el caso como inspiración pero mi personaje no tiene nada que ver con lo que Blumberg es o hizo en la realidad. También tomé una historia que alguna vez me contaron y que sucedió en Rosario hace muchos años", sostuvo.
El caso que menciona el escritor que tuvo a la ciudad como escenario es el del joven Pablo Reinstein, de 23 años, asesinado en 1975. Si bien, al principio se pensó que se trataba de un secuestro político, llevado a cabo por miembros del ERP o Montoneros, luego se encontró a los responsables: tres delincuentes sin experiencia que conocían a la víctima y querían cobrar el rescate. Los secuestradores (José Risiglione, el Indio Cazón y Rubén González) fueron condenados, pero al salir de la cárcel dos murieron en confusos episodios, lo que hace suponer que también se trató de una venganza por encargo, ya que murieron, nada más y nada menos, que los que asesinaron al secuestrado. Aquel relato quedó guardado en alguna parte de la memoria del escritor y es así que aparece como una estrategia que termina siendo central en la venganza que se cuenta en la novela.
Justicia por mano propia, el debate
"Como dijo Carlos Fuentes, el escritor mexicano, una novela puede presentar ideología, religión, moral o política como problemas pero debe hacerlo abriendo la puerta a la interrogación. No intento hacer una bajada de línea porque no es un ensayo, no busco que el lector piense algo a través de lo que leyó, pero si alguien reflexiona bienvenido sea", expresó y añadió: "Lo que se ve en el libro es lo que ve cualquiera en la realidad. Las relaciones entre la policía y la delincuencia, la Justicia argentina que no ha cambiado en nada, que es lenta, ineficiente, y que sólo el 1% de los casos llega a juicio".
No es casual que en la historia aparezca el abogado Mariano Márquez, protagonista de su primera novela Un crimen argentino –abogado que asesinó a un hombre y lo disolvió en ácido– y conoce de cerca el ambiente carcelario. Pero lo que sorprende es que un periodista que entra a la cárcel para obtener la exclusiva con uno de los asesinos resulta ser un eslabón fundamental en la cadena de venganza. Es decir, que entre los temas de la realidad que asoman a la trama (mano dura, justicia por mano propia, sistema penitenciario y delincuencia) se suma otro que tiene su embestida y potencia propia: el rol del periodismo.
"No quería a nadie bueno. No fue deliberada la elección pero buscaba un giro inesperado en la historia. Lo necesitaba como narrador y no fue deliberado pero servía un periodista porque podía contar cosas de la profesión", explicó y reflexionó: "Pero si eso dispara una pregunta sobre lo que pienso del periodismo hoy, tengo una visión un poco crítica con lo que estamos haciendo. Creo que estamos haciendo el peor periodismo desde 1983. Hay una pérdida de calidad y de rigor. Leo notas de tapa sin fuentes identificadas y pienso que años atrás si llevaba eso un editor me lo tiraba por la cabeza".


