El presidente depuesto de Irak Saddam Hussein y dos de sus ex colaboradores fueron condenados a morir en la horca por el tribunal especial que juzga la masacre de 148 chiítas en 1982, en el llamado "caso Duyail".

Dos horas después de pronunciarse la sentencia, Irak seguía en calma, ayudado por el toque de queda impuesto en las cuatro provincias más conflictivas del país: Bagdad, Al Anbar, Salahedín y Baquba, estas tres últimas vecinas de la capital.

Saddam fue encontrado culpable de "crímenes contra la humanidad", al igual que su hermanastro Barzan al Tikriti, quien era jefe de los servicios secretos en aquel periodo, y Awad Hamad al Bandar, quien fue el jefe del tribunal que condenó a los 148 chíes del pueblo de Duyail a la pena máxima.

Los abogados de la defensa tienen ahora 30 días para apelar la sentencia.

Los 148 chiítas fueron ejecutados por haber participado en un atentado fallido contra Saddam, que atravesaba el pueblo de Duyail (70 kilómetros al norte de Bagdad) tras un viaje por el norte, en el que había inspeccionado las filas de su Ejército, enfrascado entonces en la guerra con Irán.

La última sesión judicial del "caso Duyail", que ha durado más de un año, comenzó a las 11.30 hora local (8.30 GMT) y terminó 50 minutos después: el tribunal pronunció tres condenas de muerte, otra a cadena perpetua, tres de 22 años de cárcel y una absolución.

Saddam Hussein dio una vez más muestras de su carácter: al llegar a la sala, se negó en un primer momento a ponerse de pie para escuchar la sentencia, y sólo se incorporó obligado por la policía.

Vestido con traje negro y camisa blanca, intentaba interrumpir al juez con constantes arengas como "Alahu Akbar" (Dios es grande), "viva el pueblo", "para nosotros la vida, para los enemigos la muerte".

Pero el juez no se amilanó y continuó con la lectura de la sentencia: muerte en la horca.

Precisamente Saddam había pedido expresamente que, en caso de ser condenado a la pena capital, fuera ejecutado ante el pelotón de fusilamiento y no en la horca.

Pero no por ello dio Saddam muestras de abatimiento, y en ningún momento bajó la vista al suelo. Con el Corán en la mano, mantuvo en todo momento el tono desafiante que le ha caracterizado durante todo el proceso.

Parecido comportamiento mostraron los más estrechos colaboradores de Sadam: Barzán al Tikriti, hermanastro de Saddam y jefe de los servicios secretos en el momento de los hechos; y Awad Hamad al Bandar, jefe del tribunal revolucionario, ambos condenados también a morir ahorcados.

El vicepresidente del régimen de Saddam, Taha Yasín Ramadán, ha sido condenado a cadena perpetua por "participar en el asesinato de 148 personas", junto a otras dos condenas, también de cárcel, por delitos relacionados.

De los otros cuatro acusados, figuras menores del régimen de Sadam, tres -Ali Dayeh, Abdallah Kadum Ruweied y su hijo Nezhar Kadum-fueron condenados a 22 años de cárcel en dos sentencias distintas y solo uno, Mohamed al Azawi, fue absuelto.

El gobierno iraquí ha decretado el toque de queda en la capital y las cuatro provincias centrales del país para evitar incidentes. Además ha cerrado el Aeropuerto Internacional de Bagdad, y los iraquíes han estado toda la mañana pendientes de sus televisores para conocer el veredicto y la sentencia impuesta a los procesados.

Con excepción de pequeñas manifestaciones a favor y contra la ejecución de Sadam en algunas provincias, la jornada transcurrió con mucha más calma de lo habitual y hoy, excepcionalmente, no se han registrado, hasta el momento, atentados terroristas.