Fernanda Blasco
¿Cómo se mide la pasión del hincha? ¿Acaso por la fuerza con la que se gritan los goles o con la angustia que se mira cada partido? Para algunos, el termómetro del fanatismo es directamente proporcional a la cantidad de merchandising celeste y blanco con el que se decora el hogar o se enfunda el cuerpo del fan argentino. Y a no preocuparse que esta temporada, opciones hay para todos los gustos.
Remeras, gorros, vasos, platos, guirnaldas, vinchas, cornetas, globos, bufandas, cuelleras, camisetas, pelotas, camperas, paraguas, gigantescos martillos inflables. A días del inicio del Mundial, un aluvión de artículos celestes y blancos inunda calle San Luis. La histórica arteria comercial propone además objetos insólitos como grandes pulgares que al estilo Facebook señalan "Me Gusta Argentina”, también pelucas albicelestes de todo tipo y tamaño. También caretas (más o menos) parecidas a jugadores de fútbol. E incluso ropita de bebé con corazones albicelestes.
"Hace dos semanas que hay fiebre por todo lo argentino", reconocen en un cotillón ubicado en San Martín y San Luis, en el que muchos se detienen por su vidriera excesivamente “hincha”. A la hora de armar ranking, aseguran que ganan por goleada “banderas, gorros y cornetas”. Quizá porque están entre los artículos más accesibles: por 12 pesos se puede llevar algo a casa. Pero son muchos los que dejan un poco más de billetera para llevarse alguna excéntrica peluca albiceleste: hay cortas con rulos o largas y lacias, todas de un mismo color o rayadas, y por qué no con pelos locos tipo el profesor chiflado.
A pocos metros, en un puesto callejero, el fantasma de Messi se materializa en múltiples camisetas con el número 10 en la espalda, intercaladas por unas pocas del Kun y una asilada de Di María. Allí también se ofrecen conjuntos deportivos con el logo de la AFA para bebés, hombres y mujeres. Coincidencia o no, en el puestito se cuelan incluso corpiños celestes y otros blancos (¿para festejar también en la intimidad?). Entre muchos gorros, sobresale aislada una peluca de trenzas “bien argentinas”. Tampoco pierde oportunidad de marketing una histórica sedería, que ofrece por “apenas 20 pesos” el metro de celeste y blanca. Lo que uno quiera después hacer con ella, es cosa de cada uno.
Una juguetería muestra orgullosa en su vidriera una gran colección de pelotas mundialistas. Son muchos los que detienen el paso para admirarlas. En el centro de todas las miradas, Brazuca: la pelota oficial del Mundial. Otra está dedicada exclusivamente a la selección argentina, solo para fanáticos. Una tecera se destaca por el dibujo del Fuleco, la mascota elegida para este mundial que representa al armadillo de tres bandas, que cuando se repliega en su caparazón podría ser confundido con un balón (de la suma de fútbol y ecología salió su nombre). Y hay más. Los precios van desde los 80 hasta los 100 pesos, según la que se elija. “Muchos que vienen a comprarlas cuentan que se van a ver el Mundial a Brasil”, comenta una mujer detrás del mostrador. A su lado, un cliente suspira. No, él no es de los afortunados que están armando las valijas.
Cruzando Corrientes, en un negocio de artículos importados, se puede conseguir otro tipo de pelota, con menos pretensiones pero con los colores que todo hincha lleva en su alma: las de plástico se consiguen por menos de diez pesos. Puede que duren poco, pero nunca se sabe cuánto durará en carrera la selección.
El premio a vidriera más bizarra se lo lleva una reconocida casa de cotillón, en las inmediaciones de plaza Sarmiento. Allí, Tinelli y Bin Laden (sí, Bin Laden), exhiben su sonrisa, ambos con gorros netamente argentinos. Al costado, también celebran la potencial victoria de la selección Macri y un alien, entre otros extraños personajes. “La careta de Messi sale 21,75”, cuenta Liliana, en el subsuelo del local. Devela que mucha gente compra cotillón celeste y blanco para cumpleaños de 15 y casamientos. “Funciona porque además de usarlo en la fiesta, la gente se lo lleva a su casa para después ambientar los partidos de la selección”, explica.

Tuneado con camiseta y gorro, Ezequiel está a cargo de “la parte Mundial” de un negocio ubicado en Presidente Roca y San Luis. Detrás de él, una pared rebosa de infinidad de propuestas mundialistas. La perlita: una excéntrica maraca bautizada “cachirola” que cuesta 35 pesos. La gente que pasa no logra permanecer inmune: ingresa, pregunta precios, se interesa, y con algo se va a su casa. Hay pulseritas económicas de 7 pesos, algo más caros los sets de pintura para falsos tatuajes, sobran las bandanas, se puede elegir de una amplia variedad de bufandas y la lista continúa y continúa.
Una reconocida tienda de ropa para bebés dedicó particular tiempo a armar sus vidrieras. Los artículos que allí se exhiben son en realidad los que se venden todo el año (ropita, moisés, bolsos, baberos, gorritos, zapatos, toallones) pero por esta época tienen un toque especial: se ofrecen en tonos blancos o celestes. Nada vale más que ser hincha desde el nacimiento. Poco importa que el bebé duerma todo el partido y se despierte llorando y sin entender nada cuando llega el momento del gol. El rosa de nena fue al banco de suplentes por esta vez.
Tan popular como el Mundial, la calle San Luis presenta múltiples, variadas y divertidas opciones para, al menos por unos días, “ser más y mejores argentinos que nunca”. Sólo resta elegir con qué objeto equiparse para vestir los colores patrios, los del cielo, los de la bandera creada muy cerca, a pasitos del comienzo de la calle San Luis. Luego, queda tan solo esperar el gol. Que ojalá llegue. Y que lleguen muchos, para que haya muchos festejos... porque hay que hacer valer tanto merchandising.