Como si se tratara de una ironía del destino, después de que dos refugiados africanos sufrieron un violento desalojo –por vender bijouterie en la calle sin habilitación municipal–, hoy se conoció la noticia de que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas (Acnur) que deriva un subsidio de 350 pesos por cada refugiado que vive en la ciudad, frenará la partida de ese dinero cuando los jóvenes cumplan los 21 años.

 

Actualmente en Rosario hay 20 refugiados provenientes de distintos lugares de África que llegaron a la ciudad de forma clandestina a bordo de buques como polizones. Los arribos comenzaron entre 2000 y 2001 y hasta este año no paran de llegar inmigrantes en esa condición.

 

David Bangoura tiene 20 años y llegó de Guinea en 2004 empujado por las terribles guerras y conflictos civiles que se viven en su nación. Actualmente, recibe por parte de Acnur un subsidio mensual que le sirve para alquilar la habitación de una pensión y alimentarse. Además, es acreedor de unos 40 pesos por cursar en la oficina de la Pastoral de Migraciones –de Buenos Aires al 1600– clases de español.

 

Según, le notificaron esta mañana el Acnur no sólo retirará el subsidio de 350 pesos cuando cumpla los 21 años sino que no podrá asistir a las clases de español porque ya no se van a dictar en ese lugar. “Yo necesito ese dinero para vivir, porque para nosotros es muy difícil conseguir empleo. Nadie quiere negros trabajando”, contó David. Y añadió: “Además, quiero seguir estudiando en este lugar a mi me sirve tener relación con la gente que trabaja en esta oficina porque fueron los primeros que conocí y siento que son mi familia”.

 

Consultada acerca de esta cuestión, Susana Noriega, que es maestra jubilada y además es quien imparte clases a los jóvenes refugiados aseguró que “la decisión del recorte del subsidio viene directamente del Acnur, en cambio la información de que se terminan las clases la dio el padre Luciano que acaba de asumir”.

 

Según Noriega, el párroco pertenece a la misión de los Padres Scalabrini que pertenecen a la Pastoral de Migración Humana. “Lo que resuelve el cura es que esta actividad la retome la gente de Cáritas y que esta oficina se disuelva”, señaló.

 

Noriega cobra del Acnur 180 pesos mensuales por dar dos clases semanales de dos horas y media cada día. “Además, me hago cargo del material que les traigo a los chicos como diarios, revistas y libros. No sólo alfabetizo a aquellos que no conocen el idioma sino también a aquellos que necesitan conocimiento en otras áreas”, contó.

 

Aunque se mostró preocupada por el futuro de su labor al lado de los jóvenes refugiados intentó tranquilizar a los chicos africanos. “Pensamos arribar a una solución con los dos encargados de esta oficina para poder continuar el trabajo en otro lado, pero se viene haciendo desde años, los chicos tienen una relación estrecha con todos nosotros y eso no puede acabarse de un día para el otro”, concluyó.