En tiempos donde nadie escucha a nadie

En tiempos donde todos contra todos

En tiempos egoístas y mezquinos

En tiempos donde siempre estamos solos

 

Fito Páez describe en la canción Al lado de camino una realidad que abarca a no poca gente, a pesar de que el auge de las redes sociales pueda hacer creer lo contrario. En estos tiempos, donde todos parecen tener algo para decir –y el medio para hacerlo–, adquiere un valor fundamental una acción no tan fácil de encontrar: la escucha.

Los periodistas deberían aprenderlo primero que nadie. La curiosidad es el motor, pero la escucha es la mejor arma para obtener una buena historia. O para hacer la repregunta precisa para sacar a los entrevistados de su cassete. 

Lo cierto es que oír no es lo mismo que escuchar. Escuchar implica poner todos los sentidos al servicio de la atención de lo que el otro tiene para comunicarnos: sea con la palabra, con un gesto, con un toque. Y eso, y no otra cosa, es lo que produce un diálogo real y fructífero. Una comunicación sincera.

La buena escucha también se dirige hacia uno mismo. El maestro taoísta leninista Vladimir Ilich Tao Tse Tung lo decía con todas las letras: para poder comprender al otro primero debo comprenderme a mí mismo.

Tao Tse Tung enfocaba esa escucha de uno con uno desde el sentido más amplio: “¿Te duele la rodilla y aún así vas a jugar el picadito a la cancha de fútbol 5? Después no te quejes si terminás con una rotura de ligamentos cruzados”. Es que el cuerpo avisa, da señales, que muchas veces nos negamos a atender.

Escuchar, escucharse, dar espacio al silencio, recomendaba el buen Vladimir. Él decía que esa era la madre de todas las revoluciones. Está claro que supo anticiparse a su época.