“Una televisión de calidad debe ser interesante, enriquecedora y debería ofrecer contenidos que ayuden a crecer, desplegar los talentos y elaborar dificultades”, afirma Mercedes Viegas, secretaria de la Sociedad Audiovisual para la Infancia y Adolescencia Argentina.

“La televisión, apunta la especialista, tendría que ofrecer diversidad y riqueza a la vida cultural, emocional, biológica y social de los chicos. No debería limitarse a estereotipos que se repiten en sus formatos, basados en soluciones agresivas, la erotización emocional o la banalidad”.

El concepto de televisión “de calidad” debería asociarse a los derechos de los niños, afirma la experta Susana Vellegia: “La televisión de calidad debería respetar de manera absoluta los derechos de los niños, consagrados por la Convención Internacional sobre los Derechos que la Argentina ratificó en 1990 y la incorporó a la Constitución Nacional en la reforma de 1994. Esta Convención reconoce el importante papel que ejerce la comunicación de masas en el desarrollo integral de los más jóvenes. Una TV de calidad debería promover la formación en valores que impliquen la construcción de ciudadanía y una convivencia social. Para esto es indispensable que exista un sistema de calificación indicativa de la calidad de los programas, como los que se utilizan en la televisión de Brasil y de Francia, entre otros países”.

La evaluación que hacen estas profesionales acerca de la calidad televisiva es “espantosa, salvo contadas excepciones. Las investigaciones sobre la oferta televisiva predominante señalan: altas dosis de violencia a toda hora, sexualidad compulsiva y lenguaje chabacano. Según estudios realizados, en Argentina la programación para niños de la TV antena representó en el año 2004 el 6,7% del total. Amén de escasa en promedio –Canal 2 directamente no tenía ningún programa para niños- la baja calidad de la misma revela la ausencia del concepto de infancia y la adjudicación del mero rol de consumidores, a la vez que de objeto de consumo, a los niños”.

Con relación a qué características debería tener la Ley de Radiodifusión Mercedes Viegas apunta: “debería cuidar, ante todo, la existencia de programas apropiados para los distintos grupos etáreos y propiciar la diversidad de la oferta incorporando realizaciones que permitan a los chicos dialogar con imágenes de sí mismos y les ofrezcan otras miradas. Debería también promover con incentivos la producción creativa de nuestros profesionales del mundo audiovisual. Además, tendría que fomentar a través de un consejo de voces autorizadas en la materia la inclusión de temas pertinentes y desaconsejar aquellos contenidos que consideren perjudiciales. “Coincido con Mercedes –agrega Susana Vellegia- en los lineamientos generales, pero quiero agregar los ejes principales del documento presentado desde Nueva Mirada como propuesta para la elaboración de la Ley. Nosotros sostenemos que la Ley debería garantizar una programación audiovisual respetuosa de los derechos de niños, niñas y adolescentes mediante la institucionalización de una franja mínima de tres horas de programación en TV abierta dedicada a los chicos con un 60% de producción nacional, priorizando la dirigida a la educación en sus diversas modalidades. También proponemos un canal de televisión abierta exclusivamente dirigido a la infancia y adolescencia”.

La escuela podría, por su parte, aprovechar el patrimonio cultural audiovisual que los chicos llevan a clases para desarrollar sus propios contenidos: “La escuela sigue inmersa en la “Galaxia Gutemberg” y de espaldas a la cultura en la que están niños, adolescentes y jóvenes - salvo contadas excepciones. Esta cultura es multilingüe y esencialmente audiovisual. Y al decir audiovisual me refiero no sólo al cine y la televisión, sino también a Internet, videojuegos, telefonía celular y telecomunicaciones en general. La importancia de la formación en medios audiovisuales estriba en que el campo audiovisual es el núcleo de la convergencia tecnológica, empresarial y de mercados, estrechamente conectada a las tecnologías de la información y la comunicación, ámbitos en los que circula un lenguaje cuyo dominio es esencial para desarrollarse en la sociedad del conocimiento y de la información. Es decir que la educación integral de un ciudadano debería comprender estos aspectos. El problema es que los docentes no han sido capacitados para una apropiación crítica y creativa de la cultura audiovisual”.

Es posible, entonces, desde esta perspectiva, educar la mirada de los niños, y para hacerlo “es imprescindible incluir la diversidad cultural y estimular la capacidad de análisis, promover la formación de un juicio crítico autónomo y la posibilidad de expresión y creación. En definitiva, no hay una receta magistral, sino que se trata de múltiples estrategias establecidas desde las políticas de promoción del cine, programación de televisión y video, incorporación tecnológica, educación, cultura y comunicación que actúen de manera congruente y complementaria en espacios educativos formales y no formales”.

Educar la mirada significa para Mercedes Viegas “afinar la sensibilidad y el pensamiento, equiparnos más humanamente para la vida. Una política audiovisual para la infancia y la juventud debería contemplar cómo se incluyen el amor y la belleza, la alegría, la creatividad, la calidad de los vínculos, los destinos nacionales, las identidades culturales, los proyectos y los sueños en las imágenes audiovisuales. Esto debería pautarse y plasmarse en todos los formatos electrónicos: televisión, cine, juegos y en todas las pantallas que van incluyéndose en la vida de los más jóvenes”.

Fuente: Revista Planetario