Los habitantes de Puerto Príncipe, la capital haitiana hogar de 800.000 personas demolida el martes por un sismo, duermen en las calles junto a sus familiares muertos por temor a nuevos derrumbes en las pocas edificaciones aún en pie, mientras esperan la llegada de ayuda.

Prácticamente sin agua, alimentos ni asistencia médica, con la energía y las comunicaciones cortadas, las familias tratan de permanecer reunidas, cuidando a sus heridos y velando sin plazo a sus seres queridos fallecidos porque "sencillamente, no hay adonde llevarlos", según reportó el canal CNN en español.

La catástrofe sanitaria suma con el correr de las horas el riesgo de las epidemias.

Por las calles de la ciudad, que sólo pueden recorrerse a pie, se ven cadáveres por doquier, de adultos y niños, que la gente comienza a amontonar en esquinas, en cantidades que tienden a confirmar las precarias pero tremendas presunciones iniciales del el presidente René Préval de 30.000 a 50.000 víctimas, o incluso de 100.000, según estimó el primer ministro, Jean Max Bellerive El mandatario agregó que "algunas escuelas están llenas de cadáveres" y confirmó que se derrumbaron el Parlamento, la oficina de Hacienda, establecimientos educativos y hospitales, además del Palacio Presidencial.

En tanto sigue la búsqueda caótica y desesperada de personas sepultadas vivas entre los escombros, por parte de sus propios familiares y conocidos, mientras aparece esporádicamente alguna acción embrionaria de un estado desarticulado por el terremoto, y comienza a llegar la asistencia del exterior.

La ayuda solidaria de otras naciones pudo afluir de inmediato a la devastada capital del país más pobre de América gracias a la circunstancia vitalmente favorable de que la pista del aeropuerto conservó condiciones de operatividad aunque carece de control, porque la torre sufrió graves daños.

El gobierno de los Estados Unidos aportará controladores de vuelos y personal técnico para operar el aeropuerto de Haití, informaron los funcionarios de las Naciones Unidas.

Allí se vieron ya aviones de Cuba, Colombia, Venezuela, los Estados Unidos, Brasil y otros países, que descargaban alimentos, medicinas, carpas, agua potable, personal médico, brigadas de rescatistas e incluso perros entrenados para buscar personas entre las ruinas.

Otra ayuda, especialmente el equipo pesado para remover escombros, fue enviado a Haití por vía marítima.

En las mismas máquinas eran evacuados en algunos casos ciudadanos de los países de origen de las aeronaves, como ocurrió con un grupo de estadounidenses que fue llevado a la base militar norteamericana de Guantánamo en Cuba.

A ese caudal de ayuda en las próximas horas también aportará un avión Hércules de la Fuerza Aérea Argentina que se alistaba anoche en Buenos Aires con alimentos, suministros médicos y un contingente de Cascos Blancos.

El envío tiene que asegurar los suministros para el contingente de 560 efectivos argentinos, entre militares y gendarmes, que integran la misión de Cascos Azules de la ONU en Haití, y reforzar el Hospital Militar Reubicable de la Fuerza Aérea, que en las primeras horas después del terremoto era el único centro asistencial que funcionaba en Puerto Príncipe.

La atención médica en la ciudad en los lugares que se conservaron en condiciones de prestarla o que se improvisaron para ello, está absolutamente desbordada y los heridos se amontonan en torno de esos precarios centros de salud que ofrecen una débil respuesta ante una catástrofe fuera de toda proporción.

La situación de reprodujo en la ciudad fronteriza dominicana de Jimaní, según la CNN, donde el hospital local colapsó ante la afluencia de unos 2000 haitianos con traumatismos múltiples, traídos en helicópteros, camiones y ómnibus, muchos graves, que sólo en un pequeño porcentaje fueron derivados a otras urbes en ambulancia.

En tanto, la ONU informó que un tercio de la población quedó afectada por el sismo que derrumbó edificios públicos y viviendas, lo que dejó a centenares miles de personas sin hogar.

La parte baja de la capital, Puerto Príncipe, está "completamente destruida", informó el canciller francés, Bernard Kouchner.

La argentina Susana Malcorra, número dos del Departamento para las Operaciones de Paz de la ONU informó sobre la reapertura del aeropuerto y añadió que Naciones Unidas está preparando "una serie de vuelos para trasladar ayuda humanitaria" entre Miami y Puerto Príncipe, según despacho de la agencia Ansa.

El panorama fue calificado como una "catástrofe absoluta" por el fotógrafo italiano Roberto Stephenson, que trabaja hace varios años en Haití. "Todo estaba por el piso, los techos caídos, en medio de la calle había muertos, madres que buscaban a sus hijos, cientos de personas que rezaban", relató a ANSA.

"Enseguida después del terremoto olas gigantescas azotaron las playas y calles, el mar se llevó los muertos de entre los escombros", informó a su vez Cristina Iampieri, una abogada italiana que trabaja para la ONU en Puerto Príncipe.

El antropólogo brasileño Omar Thomaz dijo que por "las calles de la ciudad corrían personas quemadas, semidesnudas; algunas cantan, oímos cantos religiosos provenir de la calle".

En tanto, el hospital pediátrico Saint Damien, el único en el país, sigue trabajando en la emergencia pese a que una parte del edificio se derrumbó, informó la fundación que lo administra en Puerto Príncipe.

Los 150 niños internados fueron puestos a salvo, pero se "necesitan fondos urgentes para apoyar las emergencias médicas, comprar gasas, antibióticos, buscar a los que quedaron entre los escombros y reconstruir el edificio", precisó el comunicado.