La frustración es la emoción que deriva de la impotencia, y es muy común que aparezca durante la edad escolar, cuando cada persona se encuentra en formación y en permanente prueba y error. Para evitar su canalización en conflictos, los docentes deben saber abordarla en el aula y reconducirla a tiempo.

El sitio Educación 3.0 dio una serie de pautas para ayudar al alumno a superarla y a desarrollar pensamiento estratégico para establecer metas ante ciertas expectativas, así como planes alternativos cuando no las cosas no salen como desearían.

- Reconocimiento de dicha frustración y su emoción correspondiente

- Relajación para bajar la intensidad de la emoción

- Búsqueda de una solución

- Puesta en práctica

Ejemplo

Situación: el alumno está haciendo un trabajo grupal y no se pone de acuerdo sobre cómo llevarlo a cabo. “Siento impotencia y rabia porque quiero hacerlo a mi manera, es la forma más adecuada”, señala.

Como ante esta situación empieza a criticar a sus compañeros, reconoce que siente rabia. Lo mejor es que el docente lo aleje por un tiempo de la situación, para calmarlo, pero luego se reincorpore para avanzar con el trabajo.

Si otra vez cada uno quiere dominar la escena, chocarán. Entonces allí debe promoverse la empatía, buscando que todos hagan su aporte en aquello que se sienten cómodos para llegar a buen puerto. Por ejemplo: uno buscará la bibliografía, otro la resumirá, un tercero hará gráficos y un cuarto redactará el informe, por ejemplo.

Establecer una base: la empatía

Si no enseñamos a los alumnos a ponerse en el punto de vista de los demás, no conseguiremos que ante un conflicto o una situación que genera frustración puedan llegar a un punto de reflexión para solucionarlo. Por ello, es muy importante que entiendan qué es la empatía o que la practiquen de forma dirigida a través de juegos con el tutor, para que cuando llegue el momento estén preparados para hacer uso de este recurso tan necesario en nuestro día a día.

Usar un lenguaje positivo

Es necesario que el profesorado utilice un lenguaje positivo, que sirva de modelo para sus alumnos. Hay que tener en cuenta que la habilidad para aprender es cambiante y depende de nuestro esfuerzo (neuroplasticidad cerebral) y que por consiguiente si un alumno fracasa en alguna tarea no significa que esté todo perdido. Siempre se puede mejorar con esfuerzo, motivación y un lenguaje positivo que haga ver a los estudiantes que son capaces de superarse.