Nacido como Luis Santiago Sandrini Lagomarsino, en San Pedro, provincia de Buenos Aires, el 22 de febrero de 1905, e hijo de un actor genovés, nunca ejerció la profesión de docente ya que su pasión por la actuación comenzó a temprana edad.
Sus comienzos fueron en el circo Rinaldi como payaso, para luego incorporarse a la compañía de Enrique Muiño y Elías Alippi, en la que alcanzó una importante repercusión en la pieza "Los tres berretines", de Malfatti y De Las Llanderas, que luego fue llevada al cine.
Su debut en la pantalla se produjo en 1933, con "Tango", de Luis Moglia Barth, considerado el primer título sonoro nacional, y donde acompañaba a diversas luminarias, entre ellas a Tita Merello, su pareja de entonces.
El carismático actor tuvo un reconocido éxito con el filme "Riachuelo", de Luis Moglia Barth y desde ese momento se convirtió en una referencia inevitable del cine argentino desde las décadas del 30 y el 60, con una personalidad que sobrepasó los personajes que le tocaron en suerte.
Sandrini conquistó al público argentino, del continente y aun el español con un estilo único, que mezclaba el humor con lo sentimental y que era el espejo de una sensibilidad más bonaerense que porteña, hecha de ingenuidad y picardía. Se lo comparaba con el mexicano Mario Moreno "Cantinflas" y se decía de él que era el Chaplin argentino.
Por más que cambiaran los títulos, el público sabía lo que iba a encontrar cuando iba a ver "una de Sandrini": un personaje tierno, generalmente tomado de punto por los villanos de la historia, que solía demostrar finalmente su inocencia aunque en algunos casos a costa de perder a la chica.
A lo largo de su carrera realizó incontables filmes, como "La muchacha de a bordo" (1936), "El canillita y la dama" (1938), "Chingolo" (1940), "La danza de la fortuna" (1944), "La casa grande" (1953), "Cuando los duendes cazan perdices" (1955), durante la época de oro del cine nacional.
Su carrera terminó casi al término de su vida, con "¡Qué linda es mi familia! (1980), junto a Niní Marshall y Palito Ortega, dentro de un pelotón de títulos en los que Sandrini parecía parodiarse a sí mismo.
Fuente: Télam


