El ruso Dimitri Kuvaldin estuvo 33 años encerrado en una habitación de diez metros cuadrados por su propia madre, que así quiso protegerlo de las bromas que tenía que aguantar en la escuela de sus compañeros. Tenía 7 años cuando esto pasó.

Según informa el portal Life News, Dimitri Kuvaldin recuperó su libertad al fallecer su madre, hace 10 años. Fue ahí cuando salió otra vez a la calle.

Tras la muerte de su padre, cuando él aún era un niño, su madre vio cómo otros chicos se burlaban de su hijo en plena calle. Fue entonces cuando decidió que nunca volvería a ser víctima de los abusos de otros niños, por lo que comenzó su encierro.

La infancia, la adolescencia y la juventud de Kuvaldin transcurriò en una pequeña habitación donde pudo leer grandes clásicos de la literatura rusa.

Una vez que recuperó la libertad, fue repartidor de correos. Actualmente recibe una pensión por discapacidad.