El embarazo es apenas perceptible en el vientre pero los síntomas recorren todo el cuerpo. Que ganas de vomitar, que sueño, que pocas ganas de todo. Entonces, desde afuera los comentarios se multiplican, a pesar de que se desconoce el sexo del embrión: "Debés estar esperando una nena porque las nenas son jodidas”, “Si tenés náuseas todo el tiempo seguro que es mujer" o bien, “Tenés la cadera ensanchada, las nenas engordan”.

A los 6 meses la ecografía revela una vulva pequeñita. Ahí está Estela formándose de a poquito en su nido de agua tibia. No escucha ni entiende lo que algunos dicen: “Estabas mejor con el embarazo de tu nene, es que las nenas le sacan la belleza a la mamá”, “Preparate porque son unas yeguas las nenas”, “Va a preferir al padre, son así las nenas”, o “Las nenas son manipuladoras, ya la vas a sufrir”. 

El prejuicio y desvaloración hacia lo femenino se construye desde el útero. Llevar adelante el embarazo de una niña fue constatar que la subestimación hacia el género es una construcción que comienza incluso, cuando esa mujer no se expresa, como si las condiciones más negativas del ser humano se encarnaran en ese feto sólo por su género. 

El panorama no se modificó con el nacimiento de la beba. No es que sean mayoría, pero persisten como sentencias, ciertas valoraciones de su conducta atadas al sólo hecho de su femeneidad. Así, si llora o hace caprichos es porque “las nenas son muy susceptibles”, si no duerme es porque “las nenas tienen mal carácter” o si insiste con agarrar un juguete es porque “las nenas son indomables”. 

Ser madre de una niña vuelve más visible el machismo que atraviesa nuestra cosmovisión del mundo, lo que suele denominarse “micromachismo”. En la aparente inocencia de estas “verdades” dichas sin ningún tipo de análisis, incluso a modo de chiste entre las propias mujeres –algo así como “qué bravas que somos” o “somos guachas las minas”–se generan y se renuevan sutilidades y gruesos conceptos que moldean una figura de mujer calculadora, insensata y complicada, como si los varones no tuvieran complejidad, altibajos emocionales, arrebatos egoístas o miedos. 

El próximo 8 de marzo se prepara un paro internacional para despertar conciencia de las situaciones violentas que sufren las mujeres por ser mujeres y en esto se incluye el maltrato físico y emocional, la subestimación y la estigmatización hacia el género. Miles de personas hacen suyas las consignas de respeto e igualdad, de convivencia y justicia que conviven con sus contrapuntos en una desbalanceada realidad que, afortunadamente, es cada vez más visible aunque algunos prefieran seguir en la oscuridad del pasado. 

Miro a mi hija y es el sol. Se le hacen hoyuelos en los cachetes cada vez que sonríe. Tiene ojitos castaños que descansan poco y nada por su afán de descubrirlo todo. Abraza cortito pero fuerte y da besos babosos, a pura boca abierta. 

Pienso en mi hija y con ella en todas las niñas que pueden crecer en un mundo más amable, equilibrado y armonioso, una tarea que es nuestra, la de las mujeres y varones de hoy. 
Miro, pienso y creo que es posible marcar el paso, que tenemos la oportunidad de dejar una huella. Una estela, de esas que cruzan el cielo y lo hacen brillar.