Si bien una dieta baja en grasas o carbohidratos puede llevar a la disminución de peso cuando se combina con un tratamiento conductual, una dieta baja en hidratos de carbono se asociaría con cambios favorables en los factores de riesgo de enfermedad cardiovascular.
En diferentes estudios se han comparado las dietas bajas en carbohidratos con las dietas bajas en grasas, pero ninguno ha incluido un tratamiento integral de comportamiento, dando como resultado en una pérdida subóptima de peso. El objetivo de este estudio fue evaluar los efectos de un tratamiento por dos años con una dieta baja en carbohidratos o en grasas, ambas combinadas con un programa de modificación integral del estilo de vida.
Para ello se incluyeron 307 participantes, con una edad media de 45,5 años y con un promedio de índice de masa corporal de 36,1 kg/m2. Los participantes realizaron una dieta baja en carbohidratos, que consistía en la ingesta limitada en hidratos de carbono (20 g/d por 3 meses) en forma de vegetales con bajo índice glucémico, con un consumo ilimitado de grasas y proteínas.
Luego de 3 meses, los participantes en el grupo con una dieta baja en hidratos de carbono aumentaron su ingesta de carbohidratos (a 5 g/d por semana) hasta lograr un peso estable y deseado. La dieta baja en grasas consistió en la ingesta limitada de energía (1200 a 1800 kcal/d; =30% calorías de grasa). Ambas dietas se asociaron con un tratamiento conductual integral.
La pérdida de peso en ambos grupos fue de aproximadamente 11 kg (11%) el primer año y 7 kg (7%) a los dos años de tratamiento. No hubo diferencias en el peso, la composición corporal, o en la densidad mineral ósea entre los dos grupos.
Durante los primeros seis meses, en el grupo de la dieta baja en carbohidratos se observó mayor disminución de la presión arterial, en los niveles de triglicéridos y colesterol de muy baja densidad (VLDL), y menor reducción en los niveles de colesterol de baja densidad (LDL), además de presentar mayores síntomas adversos (halitosis, caída del cabello, constipación, xerostomía), que el grupo de la dieta baja en grasas.
Luego de dos años de tratamiento, el grupo de la dieta baja en hidratos de carbono logró mayores incrementos en los niveles de colesterol de alta densidad (HDL), con un incremento aproximado del 23%.
En conclusión, en este estudio se observó que ni el consumo de carbohidratos ni el de grasas influyen en la pérdida de peso, cuando el tratamiento se combina con una intervención integral del estilo de vida. Sin embargo, una dieta baja en hidratos de carbono se asocia con cambios más favorables en los factores de riesgo para enfermedad cardiovascular, lo que la convertiría en una opción válida para el tratamiento de la obesidad en los adultos con sobrepeso.
Fuente: Medicina Geriátrica
En diferentes estudios se han comparado las dietas bajas en carbohidratos con las dietas bajas en grasas, pero ninguno ha incluido un tratamiento integral de comportamiento, dando como resultado en una pérdida subóptima de peso. El objetivo de este estudio fue evaluar los efectos de un tratamiento por dos años con una dieta baja en carbohidratos o en grasas, ambas combinadas con un programa de modificación integral del estilo de vida.
Para ello se incluyeron 307 participantes, con una edad media de 45,5 años y con un promedio de índice de masa corporal de 36,1 kg/m2. Los participantes realizaron una dieta baja en carbohidratos, que consistía en la ingesta limitada en hidratos de carbono (20 g/d por 3 meses) en forma de vegetales con bajo índice glucémico, con un consumo ilimitado de grasas y proteínas.
Luego de 3 meses, los participantes en el grupo con una dieta baja en hidratos de carbono aumentaron su ingesta de carbohidratos (a 5 g/d por semana) hasta lograr un peso estable y deseado. La dieta baja en grasas consistió en la ingesta limitada de energía (1200 a 1800 kcal/d; =30% calorías de grasa). Ambas dietas se asociaron con un tratamiento conductual integral.
La pérdida de peso en ambos grupos fue de aproximadamente 11 kg (11%) el primer año y 7 kg (7%) a los dos años de tratamiento. No hubo diferencias en el peso, la composición corporal, o en la densidad mineral ósea entre los dos grupos.
Durante los primeros seis meses, en el grupo de la dieta baja en carbohidratos se observó mayor disminución de la presión arterial, en los niveles de triglicéridos y colesterol de muy baja densidad (VLDL), y menor reducción en los niveles de colesterol de baja densidad (LDL), además de presentar mayores síntomas adversos (halitosis, caída del cabello, constipación, xerostomía), que el grupo de la dieta baja en grasas.
Luego de dos años de tratamiento, el grupo de la dieta baja en hidratos de carbono logró mayores incrementos en los niveles de colesterol de alta densidad (HDL), con un incremento aproximado del 23%.
En conclusión, en este estudio se observó que ni el consumo de carbohidratos ni el de grasas influyen en la pérdida de peso, cuando el tratamiento se combina con una intervención integral del estilo de vida. Sin embargo, una dieta baja en hidratos de carbono se asocia con cambios más favorables en los factores de riesgo para enfermedad cardiovascular, lo que la convertiría en una opción válida para el tratamiento de la obesidad en los adultos con sobrepeso.
Fuente: Medicina Geriátrica


