Tomados de la mano, formando una verdadera cadena humana, los “colaboradores de Ignacio” soportaron el mal tiempo con buena cara. Son hombres y mujeres que han decidido colaborar con la tarea del sacerdote y están siempre listos cuando se los necesita en la parroquia.

“Poné que soy un colaborador que sólo trata de devolver lo que recibió de Jesús”. Fue la respuesta de un hombre mayor con ojos claros, que detrás de los anteojos salpicados de lluvia, buscaba evadir la pregunta sobre su nombre. Forma parte de los 300 servidores estables con los que cuenta el Padre Ignacio, que dada las inmensas dimensiones que ha tomado el Vía Crucis año a año, se le han sumado unos 500 más.

Sin parar y desplegados por toda la zona, sostuvieron la organización hasta las últimas consecuencias, señalando a la gente el camino, respondiendo preguntas, avisando que el Vía Crucis empezaba.