Para los oficinistas, los comerciantes y los maestros, al igual que para la mayoría de la especie humana, Navidad y Año Nuevo son dos fechas que se hicieron para disfrutar. Para otro gran grupo de trabajadores, sin embargo, los feriados no se asumen como jornadas libres porque su trabajo tiene una característica: la demanda nunca se detiene. Es el caso de médicos, farmacéuticos, mozos y taxistas, entre muchos otros.  

“En realidad, no lo pensé cuando elegí la carrera de médico", asegura Ernesto, hoy a cargo de una guardia hospitalaria. "Pero es cierto que uno ya ha aceptado tácitamente desde el comienzo que su vida será un poco distinta de la de los otros. Las residencias y las guardias de 24 horas te ayudan a entrar en clima y a darte cuenta de que cuando vuelvas a tu casa después de correr por el hospital durante un día entero, lo único que querrás hacer es zambullirte en la cama y dormir, justo cuando tu familia se pone en movimiento para iniciar el día”, admite en tono irónico.

Otros hablan del "reloj biológico" que se les altera con el trabajo a destiempo y reconocen que trabajar durante la noche (cuando por lógica deberían estar durmiendo) los trastoca de tal manera que cuando intentan conciliar el sueño, tras el regreso a casa, no lo logran sin alguna ayuda. “Vos sabés que tenés que aprovechar las horas de descanso porque después empieza todo otra vez, pero no es tan automático que te acostás y dormís”, dice Carlos, camillero de ambulancia.

Además, durante las celebraciones de fin de año se suma un detalle importante: la enorme cantidad de heridos, accidentados y quemados que desbordan sanatorios y hospitales y necesitan ser atendidos.

Las fiestas son un momento clave para estos trabajadores que siguen funcionando, aún sabiendo que sus familias están a punto de sentarse a comer el asadito o prestos a descorchar el champagne del brindis. “Y ya lo tenemos incorporado", aseguran Fabiola, médica obstetra y Susana, médica neonatóloga asiente. "No es lo ideal porque uno piensa en los suyos y querría estar junto a ellos, sin embargo, con el tiempo se empieza a hacer natural despedir el año en una sala de partos con la madre a punto de dar a luz”, explica.

Cuántos amores habrán nacido como fruto de compartir esos días tan especiales con algún compañero de trabajo. La pregunta es general, pero los entrevistados prefieren no responderla. Sólo atinan a reírse y a recordar vagamente, algunas anécdotas que involucran a otros. Edith, empleada de una farmacia que trabaja las 24 horas, reconoce: "A veces tenés un problema o una felicidad muy grande para compartir y lo hacés con los que tenés cerca en ese momento” (risas).

Los empleados de comercio admiten que aunque los clientes empiezan a comprar los regalos varios días antes, el mismo día de Nochebuena todavía son muchos los que empiezan a elegir y se toman su tiempo para decidir. “¡A veces vienen a último momento cuando ya estamos por irnos!”, señala Romina, mientras envuelve a mil por hora regalos de todos los tamaños. Aunque se esfuerzan y trabajan ese día porque lo necesitan, todos, incluida Luján que vende productos de bazar –unos de los más pedidos por el precio accesible– asegura que no le gusta trabajar durante los días de fiesta.

“Nosotros también tenemos derecho a festejar”, se defiende un taxista ante la pregunta de por qué casi no hay coches después de las 22, a pesar del cronograma establecido por la Municipalidad. Enrique, tachero desde hace veinte años, se excusa con que a él este año no le corresponde trabajar durante esas noches, pero cuenta que otros años sí lo ha hecho y le resultó bastante complejo, sobre todo por los que toman de más y suben al vehículo en estado calamitoso.

“Te la regalo, estar arriba del colectivo cuando los demás están de fiesta”, dice Miguel, chofer de la línea 123 del transporte urbano, para quien estar de servicio durante las celebraciones de fin de año es “francamente desagradable”.

En el otro extremo, Alejandro, mozo con pocos años de antigüedad, dice que lo pasa “bárbaro” cuando trabaja para las fiestas porque primero atiende las mesas que tiene a cargo, pero después de las 12, los dueños del restaurante donde trabaja le permiten integrarse a la fiesta y bailar junto con el resto de los compañeros que quieran hacerlo. “No me puedo quejar, agrega, encima nos dejan más propina que los días comunes”.

Algo parecido le ocurre a Leandro, empleado de una estación de servicio quien cumplirá su turno durante Navidad. “No me molesta trabajar ningún día, aparte los feriados se pagan bien”, asegura.

A pesar de la buena voluntad de todos por ponerse las pilas y trabajar cuando los demás están de fiesta, por lo bajo y cuando el grabador se apaga, la mayoría coincide en afirmar que la noche se hizo para dormir y las fiestas para disfrutarlas.