Pedro Robledo

Algunos claros en la platea daban la sensación de que el Metropolitano le quedaba grande a Vicentico. El último antecedente fue con El Cïrculo a pleno, pero con el detalle de que esta sala es de mucha menor capacidad que el salón ubicado en el shopping rosarino.

El partido de la Selección de fútbol a la misma hora del show permitió avizorar que la gran mayoría de público iba a ser femenino. El arranque se demoró unos veinte minutos porque mucho público llegaba sobre la hora y los estrictos controles en el ingreso demoraban el acceso.

El show comenzó con "Soldado de Dios", una canción en ritmo de marcha que implica una especie de plegaria, a tono con las noticias del momento que tienen como protagonista por estos días a alguien con quien comparte su pasión por San Lorenzo.

"Fuera del mundo" y "Un diamante", dos baladas pop no lograron despertar mucho entusiasmo en el público, hasta allí muy sereno y distendido, disfrutando, pero sin demasiada euforia. Manteniendo la postura de cantante melódico, siguió con "Sólo hay un ganador".

Con "Ya no te quiero", recién el público comenzó a batir palmas. Mientras cantó "Viento", ensayó algunos torpes pasos de baile, pero se frenó de inmediato, conciente de sus limitaciones para la danza.

El desempeño de la banda remitía a grupos pop de los 70, estructuras minimalistas que no ofrecían más que buenas versiones, covers de baladas muy reconocibles para la mayoría.

Cuando iba ya media hora de show, después de cantar "El pacto", saludó, preguntó por el partido de la selección sin hilvanar ideas para el discurso porque la gente le hablaba y lo bloqueaba.

Del repertorio "cadillac", desempolvó "Siguiendo la luna", solo con su guitarra. La empezó, la siguió la gente y la terminaron todos juntos.

Cuando parecía que el público se empezaba a animar, volvió al tono intimista con "Algo contigo", el bolero de Chico Novarro que incluyó en su primer disco. ("Vicentico", de 2002). Cantando este tema realizó un acting: se puso un saco, luciendo más formal, salió de escena en la mitad de la canción y volvió fumando un cigarrillo.

Después de "Paisaje" y "Si me dejan", muy temprano, anunció la despedida. Con algo de demagogia manifestó que esta era una noche muy especial y allí alentó al público a pararse. El también se animó, tratando de hacer frente a su indisimulado resfrío.

Ya con gente en los pasillos y frente al escenario, amagó irse con "Morir a tu lado" y "Sólo un momento", dos temas muy solicitados durante toda la noche.

En el regreso propuso bailar con "Creo que me enamoré", "Se despierta la ciudad" y "Tiburón".

La gente no se movió de sus lugares, aunque tampoco reclamò muy enfáticamente por la vuelta del artista, que en su segundo regreso ofreció "Basta de llamarme así".

En el final intentó, sin éxito, crear un clima especial, proponiendo un instante de recogimiento. Pidió oscuridad, silencio y "desatar entre todos una tormenta de sensaciones" (Pedro Aznar también lo hace en sus shows). La gente no entendió la idea y siguió expresándose. Arremetió entonces con la cumbia "Los caminos de la vida".

Volvió a intentar armar "el clima" proponiendo cantar suave y juntos el mismo tema. Le costó, pero finalmente lo consiguió y logró sostenidos aplausos.

Cerró con "Vasos vacíos" y "Yo no me sentaría en tu mesa", dos clásicos de la era Cadillacs.

El armado de la puesta fue austero. Un escenario sin decorados en donde el diseño estuvo sostenido únicamente por la excelente producción lumínica. Fiel a su estilo, Vicentico lució desaliñado y desprolijo, sin cuidado estético alguno. Su seducción se basó en la contundencia de las canciones.