Virginia Giacosa

Esta semana la balanza fue tema de agenda para la mayoría de los medios de comunicación. Es que por un lado, las tops models del mundo tuvieron que enfrentarse con la maldita báscula para saber si daban con la talla adecuada para participar de la nueva Pasarela Cibeles. Y por el otro, el boxeador argentino Rodrigo Hiena Barrios perdió la corona mundial de la categoría Liviano Junior, sin subir al ring por estar excedido en dos libras –900 gramos–. Toda una cuestión de peso.

Como los boxeadores cuando quieren ascender de categoría las modelos tuvieron que pesarse para poder desfilar. De las 68 preseleccionadas para pasear en Cibeles, cinco fueron descartadas pero a diferencia de la Hiena quedaron afuera por estar demasiado flacas.

Es que este año la organización de la pasarela de más alto nivel prohibió desfilar a mujeres hiperdelgadas. Por la pasarela sólo caminaron jóvenes con una masa corporal (el peso dividido por el cuadrado de la altura) no inferior a 18, lo que equivale a que una chica de 1,70 de estatura no puede pesar menos de 56 kilos.

La decisión se basó en las recomendaciones de expertos nutricionistas que se manejan con los Índices de Masa Corporal (IMC) que establece como normales la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La tortilla se dio vuelta y por primera vez las chicas 90-60-90 se sintieron como las rellenitas: discriminadas. Completamente enojadas con la nueva norma la mayoría de las modelos más prestigiosas se negó a pesarse por considerarlo una humillación y las que lo hicieron y pasaron la prueba tampoco lo disfrutaron demasiado.

Para unas, se hizo carne el recuerdo de la persecución familiar sufrida durante su adolescencia cuando eran observadas con ojo clínico por sílfides. Para otras, lo peor fue sentir que el acoso que por años ejercieron las agencias para que alcanzarán el mínimo peso que les permitiera levitar sobre la pasarela no servía de nada.

Y por su lado los diseñadores también pusieron su grito en el cielo. Como los productores de indumentaria de este lado del mundo, que no quieren acatar la añorada ley de talles, refunfuñaron por la pérdida de calidad que sufrirán sus colecciones si les retiran del mercado los cuerpos esqueléticos de las tops models.

¿Cómo habrán sido las tallas del año pasado si las mujeres de esta edición no dejan de parecer maniquíes con vida propia? Es la pregunta que flota cuando la retina captura las imágenes etéreas de las modelos de la semana de la moda 2006.

Breteles que se deslizan por los hombros flacos a falta de tetas, piernas que parecen escarbadientes caminando, homóplatos que asoman como a punto de desgarrar la poca piel que los cubre es lo que se ve desfilar desde que arrancó la semana de la moda en el predio del parque del Retiro de Madrid.

Flacas pero no tanto. Esqueléticas pero saludables. Cadavéricas pero con una imagen lo suficiente lozana para que los fantasmas de la anorexia y la bulimia dejen de desfilar ataviadas de los mejores diseñadores del mundo.