Ignacia Carmelina Núñez (59) murió bajo una lluvia de balas que por poco también alcanza a su hijo, un empleado policial, cuando tomaban mates juntos en Flammarión al 4700. Varios testimonios de vecinos coinciden en que las víctimas no mantenían conflictos y que el ataque, cometido este lunes por la tarde, los agarró desprevenidos, en medio de una costumbre que, pese al riesgo en un barrio sitiado por las balas, no abandonaban y que recuerda mucho al crimen de Graciela Carrizo, cuando merendaba con sus nietas en la plaza de su barrio, Molino Blanco. Los investigadores no descartan que los matadores, como aquella vez, se hayan confundido con Ignacia.

“No lo podíamos creer, fue de repente. En el barrio pasaban cosas más al fondo (al sur), uno siempre estaba atento. (Carmelina) era una persona que no se metía con nadie. Ninguno de ellos, son todos trabajadores. Ella siempre inculcó valores, crio sola a los hijos con valores de amar al prójimo, de ser personas trabajadores humildes”, contó a Radio 2 una vecina, triste y desconcertada por el destino fatal de una mujer que, según contaron, era religiosa, sufría diabetes y tenía la rutina de sentarse a tomar mate en la esquina, “porque el sol daba justo en la casa”. Su otro hijo es de profesión carnicero y tiene un local en ese sector de la zona sur, agregaron. 

La mujer estaba junto con Gustavo, uno de sus dos hijos, empleado de Policía Motorizada, justamente en medio del ritual de mate, cuando, frente a la casa de Flammarión al 4700, frenó un auto gris con dos ocupantes. Hubo intercambio de miradas y, de repente, disparos desde el vehículo. No hubo distinción en los blancos. El policía pudo zafar, pero su madre recibió cuatro impactos y falleció.

Los vecinos contaron que tanto Carmelina como sus hijos son “gente de trabajo” y se mostraron desconcertados por semejante ataque a una mujer indefensa.

El fiscal Alejandro Ferlazzo libró varias medidas de rigor para abordar el caso. Al respecto, dijo que no tenía informaciones sobre amenazas a la familia y en las declaraciones informales tampoco surgieron posibles motivos para la agresión, confiaron fuentes judiciales.

Otra vez, los disparos a mansalva de un gatillero se cobran la vida de una persona que buscaba vivir sin molestar a nadie, como Graciela Carrizo o Ricardo Carrizo, quienes compartieron mismo apellido y mismo final, en dos hechos distintos, también cuando tomaban mate en la vereda. Un ritual, hoy, peligroso. 

En Cepeda al 3700, los vecinos aseguran que “ya ni se puede salir a tomar mates en la vereda”. Lo dicen porque respiran violencia y muerte “todos los días”. Y como ejemplo dramático está la muerte de Ricardo, un hombre de 60 años que recibió un tiro en el cuello como respuesta a su advertencia a delincuentes que fueron a balear un bunker de drogas que funciona frente a su casa. En la ráfaga de tiros, fueron heridos una de sus hijas, la pareja de ésta y su nieto, un chico de apenas 9 años. “Mi papá les gritó para que no le tiren a mi hijo y lo mataron a él”, describió otra de las hijas de la víctima fatal. A la vuelta, hace poco tiempo mataron a una jubilada. También tomaba mates en la vereda.