Revisar, replantear, relanzar. A diferencia de la derrota en las primarias, esta vez el presidente reaccionó rápido. Habló de nueva etapa, llamó a dialogar en el Congreso, enfocó cuatro o cinco ejes para una especie de minimandato de dos años y señaló que sin la contención de todos los componentes del Frente de Todos la alianza gobernante no tiene destino. Lejos de quedar herido de muerte y condenado a iniciar una transición de dos años como sugirió Mauricio Macri, el gobierno sacó una nueva oportunidad de las urnas. Un premio modesto, pero vital. Ahora la cuestión es si administra esa oportunidad mejor que de lo que hizo las cosas hasta aquí. La oposición también juega. Si algo quedó claro el domingo es que hay una oposición más poderosa, pero diversa y con disputas de liderazgo en casi todos los territorios. Llegar enteros y juntos a 2023 será una tarea fatigosa.

El gobernador Omar Perotti, por el contrario, no cambia de ritmo. Se toma el tiempo para metabolizar el baldazo de agua fría: hasta el domingo a la tarde lo habían convencido, encuestas en mano, que si perdía sería por 3 o 4 puntos, no más que eso.

El martes voló a San Juan para ver Argentina-Brasil invitado, como otros gobernadores, por el mandatario sanjuanino. Sergio Uñac aspira a ser el organizador de un polo de poder de mandatarios peronistas que opere de contrapeso de un Frente de Todos cada vez más recluido en el AMBA. El ágape posterior al partido tenía destino de demostración de fuerza 48 horas después del comicio, pero los resultados electorales sugerían mesura. Es que los pocos que ganaron, como el propio Uñac, fue con susto. Capitanich fue el único que pegó el batacazo y eligió ir a Buenos Aires a pedir pista para 2023.

Comunicación, territorio, gabinete

Una derrota por 8 puntos, sin reacción entre las Paso y las generales, con el propio gobernador de candidato, estrecha el futuro. Perotti reactiva algo parecido a la alianza que lo llevó al gobierno, o intenta con la fórmula que Macri no llegó a probar: hacer lo mismo pero más rápido. Cualquiera sea el camino que elija, el riesgo de tener que colgarle la banda a un gobernador de otro signo político hoy es real. Que nadie se confunda: el peronismo santafesino no está perdido ni mucho menos, pero las elecciones le mostraron el destino si no cambia.

Otra cuestión que requiere una revisión urgente es la relación con las tribus peronistas. Cualquiera advierte que si el gran logro en el armado electoral del gobierno fue alinear a los jefes comunales para que traccionen votos, y aun así se perdió por ocho puntos, algo pasa en el territorio que hace que no todo el peronismo se sienta parte.

También dice algo la diferencia de votos entre el aliado Marcelo Lewandoski y el candidato de franquicia perottista Lisandro Cavatorta. El senador electo sacó 58 mil votos más que el concejal (y eso que contó con los votos del rossismo, que militó a full para que Norma López ingresara en el tercer lugar) y 17 mil más que Roberto Mirabella en el departamento Rosario.

Esos 17 mil cortes de boleta permitieron la rareza de que en la categoría Diputados se impusiera Juntos por el Cambio por 2,3%, votos que fueron a parar a la lista de Soberanía Popular. Es el mismo porcentaje que Del Frade sacó por encima de su candidata a senadora Mercedes Meier. Hubo voto cruzado Lewandowski-Del Frade. Y no fue el único.

La derrota tuvo un efecto inmediato el mismo lunes pos elecciones. Se esfumaron las versiones que circularon días anteriores que decían que Mirabella juraría como diputado y luego tomaría licencia para asumir el Ministerio de Gobierno, ya en plan sucesión 2023.

El gobernador prefirió parar la pelota, levantar la cabeza y observar el campo de juego. Tiene al menos tres cambios de gabinete en espera. Sukerman en Gobierno y Llonch en Cultura están cantados. El otro es Danilo Capitani. El ministro de Desarrollo Social quedó debilitado tras la interpelación en la Cámara de Senadores. Su soledad contrastó con el operativo contención que acompañó al perottista Marcos Corach 24 horas después.

Los cambios que haga Perotti en su gabinete serán indicativos del camino que elija. ¿Seguirá siendo Mirabella el plan A de sucesión? ¿Pedirá el cristinismo alguna devolución por los servicios prestados en la primaria? Activada la cuenta regresiva, ¿esperará el gobernador hasta fin de año para los cambios de gabinete?

El peronismo tiene demasiadas preguntas abiertas y un líder. Pero ese líder no la tiene fácil: el triunfo de las primarias se le diluyó demasiado rápido y de pronto el Frente de Todos no tiene ganadores. La excepción es Marcelo Lewandowski.

Todos es todos

Dos años es poco tiempo. Por eso el gobierno nacional se desprende de la agenda amplia y apuesta a lo esencial: economía, producción y seguridad. Hoy no le queda tiempo ni resto político para aquello que no vaya al hueso, a ocuparse de lo concreto de las necesidades de los argentinos.

El presidente en Plaza de Mayo les habló a los militantes y dirigentes que en estos dos primeros años se fueron apagando en forma inversamente proporcional a cómo aumentaban las contradicciones que expresan él y Cristina. Esbozó un rumbo, les pidió abrir unidades básicas y salir a militar a la calle, les dijo que en 2023 todos van a poder opinar, elegir y ser elegidos en primarias. Eso es lo que él pensaba antes de estas elecciones, pero el cristinismo le torció el brazo y lo forzó a plegarse a esa estrategia aunque eso significara decir una cosa a la mañana y otra a la tarde. En Santa Fe Agustín Rossi fue víctima de esa situación

¿Comprendió el error la vicepresidenta? ¿Puede garantizar Alberto que Cristina y La Cámpora abrirán el juego como prometió a la militancia?

El presidente y el Frente de Todos saben perfectamente lo que acaba de pasar en las urnas, por más que la frase: “Nadie nos ha vencido, solo es vencido el que pierde las ganas de luchar", algunos la hayan interpretado como el posicionamiento de alguien que no quiere reconocer la realidad. Una elección no termina en el escrutinio sino en la disputa de sentido sobre los resultados.

Identitariamente convertido en el partido del AMBA, como refieren los politólogos Pablo Touzón y Federico Zapata, el Frente de Todos celebra su recuperación en provincia de Buenos Aires. Y otras cosas. El lunes el dólar no disparó, el país no se incendió, no hubo gobernadores saltando del barco para salvarse, ni heridos internos sangrando en los medios de comunicación. Todo eso a pesar de haber perdido en 16 provincias y por 8 puntos a nivel nacional. El primer éxito del nuevo gabinete fue el operativo de reducción de daños y contención. Eso se llama política y es lo que hacía falta.

En Plaza de Mayo el presidente convocó a Juntos por el Cambio a dialogar. Se abre un dilema para una oposición que de pronto tiene la posibilidad de regresar al poder más pronto de lo que imaginó. Posibilidad que lo agarra a medio camino en la elaboración del duelo por el fracaso de 2019, con liderazgos sin definir e incómoda por el regreso a escena de Mauricio Macri, recargado y con una idea muy clara de lo que quiere.

El gobierno tomó nota de esa incomodidad que causa y, astuto, lo excluyó del diálogo junto con Milei. Sin compromisos, ambos se dedicarán, cada uno con su estilo, a tirar piedras desde afuera. ¿Al gobierno? No, a los propios. No habían pasado ni dos horas del acto del presidente que Milei tuiteó: “Vos y Máximo estarán más cómodos pactando con Larreta, Vidal y los radicales. Ya lo han hecho antes”.

El rol a jugar en el Congreso; dialogar o no con el gobierno; qué nivel de diálogo; cómo administrar las ambiciones personales de los aspirantes a 2023. Son todos desafíos que se le abren a la oposición. Por supuesto, son más fáciles de resolver que la inflación, el déficit, el acuerdo con el FMI, la pobreza, la informalidad laboral y la seguridad pública, pero la realidad del país, en su medida, también la interpelará.

La expansión del universo opositor

El vacío que dejó la muerte de Miguel Lifschitz suponía que el gobernador Perotti tenía el camino libre para él. Sin embargo las elecciones 2021 potenciaron a JxC, con nuevos electores, perspectiva de expansión e impronta radical.

Unos cuantos casilleros atrás, los socialistas celebraron el 12% (18 en Rosario) y una diputación nacional. Podría sonar exagerado si no fuera porque hace cinco meses se habían quedado sin nada: se murió el gran elector de la política santafesina y venían de perder Gobernación y la intendencia. Disminuido, con sus internas y dificultades, para el socialismo fue una elección de reconstrucción. Los partidos deben trascender a los nombres.

Cuantificar el capital político pos Lifschitz es relevante para el PS pero también para el resto de la política santafesina en función de lo que viene: la construcción de un gran frente electoral opositor entró en tiempo de descuento. No será mañana, ni tiene resultado anticipado, pero el debate está instalado. 

Foto a foto, el intendente Javkin da señales de ir hacia allí. La última, junto con el senador electo de Juntos por el Cambio Dionisio Scarpin y María Eugenia Schmuck. “Hacia allá vamos” parece estar diciendo en esa foto, en un intento por primerear al socialismo, con quien hace una década conviven en una sociedad de competencia permanente. Javkin se mueve con un ojo en las internas de Juntos por el Cambio, y el otro en las del Frente Progresista.

El domingo el intendente no consiguió el resultado que pretendía, pero eso no lo privó del triunfo y de quedarse con la primera minoría en el Concejo. Vendrá un tiempo de sopesar adecuadamente los escenarios antes de decidir sobre una de las preguntas que más circula en la política santafesina: ¿en 2023 Javkin va por otro mandato o salta a la pelea por la provincia? El resultado electoral no configuró una respuesta certera; tampoco impugnó oportunidades.