Ante la velocidad en la que la cotidianidad envuelve las vidas, resulta difícil reparar en lo que se está sintiendo o la emoción que se está atravesando en cada momento. Sobre todo en la adultez. Esto implica que, si la emoción se vuelve muy potente, es más dificultoso poder canalizarla.

Según expertos en salud mental, esto implica comenzar a vivir distintos grados de analfabetismo emocional: una incapacidad para entender y manejar las propias emociones y la dificultad para comprender las de otras personas.

Analfabetismo emocional

Al igual que analfabetismo convencional (incapacidad de leer y escribir, debida a la falta de una instrucción elemental), puede solucionarse por medio de una adecuada enseñanza de dichas capacidades, la incapacidad de gestionar los propios cambios y alteraciones de ánimo también puede revertirse mediante una adecuada alfabetización emocional, según la especialista española Miriam Tirado, experta en crianza consciente.

Sentir siempre es válido y legítimo. Por el contrario, juzgar las emociones y reprimirlas impide vivirlas y acompañarlas de manera asertiva y conectada. Las emociones necesitan ser sentidas en el cuerpo para liberar la energía atrapada que llevan consigo.

Olas de sentimientos

La mayoría de personas adultas no recibió educación emocional, ni herramientas o recursos para saber qué hacer con lo que se siente. Aun así, toca acompañar las emociones de los niños, familiares o amigos. 

En este aspecto y a lo largo de la vida, se vivieron relegando, rechazando, ignorando y temiendo las propias emociones. No existieron prácticamente referentes de buena gestión emocional y ahora hay una sensación de estar perdidos. Por ende, el contacto con los niños y sus emociones hace de espejo, despertando todo aquello que en su momento no se pudo integrar ni se vivió de manera asertiva. Estos encuentros resultan oportunidades "de oro" para tomar consciencia de las propias heridas y una correcta canalización.

La experta propone imaginar a las emociones como si fueran las olas del mar que vienen y van. Nada es permanente, las emociones tampoco.

Es muy común que madres y padres se desborden emocionalmente cuando sus hijos están desbordados porque están cansados o enojados. El adulto se enoja tanto o más que el niño, porque no es capaz de transitar y canalizar las emociones, lo que siente de una forma responsable y adulta”, explica la especialista.

De esta forma, “los desencuentros emocionales son muchas veces los motivos por los cuales se separan tantas parejas. Sus miembros confiesan que no se siente entendidos ni acompañados emocionalmente por la otra parte en los momentos de dificultad. Ello sucede porque muchos adultos no sabemos acompañarnos emocionalmente”, según esta autora. 

“Nos duele tanto cuando vemos a nuestros seres queridos sentir rabia, tristeza, miedo, o cualquier emoción que nos resulta incómoda que en vez de empatizar y conectar con lo que está sintiendo, tendemos a negar, mirar hacia otro lado, quitar importancia o reaccionar de formas que no ayudan a la persona a la que supuestamente queremos acompañar”, enfatiza.

El primer paso 

Tirado recomendó por empezar por preguntarse, cada día en algún momento: “¿Cómo estoy? ¿Cómo me siento? ¿Puedo identificar la emoción que ahora estoy sintiendo?”. Este ejercicio cotidiano “implicará que tengamos algún momento al día para auto-escucharnos, para parar unos instantes, respirar profundamente y girar el foco hacia nuestro interior”. 

“Solamente podremos darnos cuenta de lo que nos ocurre si nos atrevemos a escucharnos, a mirar hacia dentro, sintiendo que somos merecedores de nuestra propia mirada”, señaló Miriam Tirado.

Y concluyó: “Muchas veces no lo hacemos porque nos relegamos al último puesto, considerando que primero están los demás, y en última instancia, nosotros. Por eso, necesitamos instaurar como práctica diaria y natural el saber cómo nos sentimos y qué necesitamos”. De esta forma, poniendo nombres y entendiendo lo que se siente, se podrá buscar una forma correcta y saludable de canalizar dicha emoción.

 

Fuente: EFE.