Viajar se relaciona generalmente con buenas vibras, con visitar destinos que luego hacen recordar lindos momentos de la vida, sonrisas y disfrute. Haciendo una contraparte, existe una tendencia que agrega tintes oscuros a este placer, se trata del tanatoturismo, conocido también como turismo negro o de dolor.

En inglés recibe las etiquetas de black tourism, dark tourism o grief tourism, esta forma presenta el viajar a sitios que se relacionen con la muerte y la tragedia. Circuitos sobre las leyendas del Conde Drácula, de las prisiones de los castillos, museos del terror y toda la ficción alrededor de la sangre se desarrollan en algunas ciudades del mundo.

 

Una ciudad que apostó por el tanatoturismo es París. Los más de 33,8 millones de turistas que recibe en promedio anual, ahora tienen nuevas opciones que se suman a atractivos como la Torre Eiffel, el museo de Louvre o el río Sena. Se trata de las catacumbas ubicadas debajo de la capital gala, en donde se registraron cerca de seis millones de esqueletos, algunos de ellos anteriores a la Edad Media.

En Rumania, a la región de Transilvania acuden varios turistas atraídos por la fama del mítico Conde Drácula, para conocer la historia de Vlad III, príncipe de Valaquia en el siglo XV, conocido como “El Empalador”, debido a sus brutales técnicas de castigo.

 

Otra propuesta que busca sensibilizar la mirada sobre la migración hacia Estados Unidos se encuentra en el estado mexicano de Hidalgo, donde los indígenas hnahnu recrearon una simulación de lo que significa cruzar a escondidas y a la medianoche la frontera estadounidense a través del río Bravo, para que el visitante sienta la angustia de ser perseguido por la Policía y los paramilitares.

Un gran ejemplo es el monumento conmemorativo de las víctimas de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el cual aparece en el tercer lugar en la lista de cosas para hacer en Nueva York de la página web especializada en viajes Trip Advisor.

 

La lista también abarca lugares como los campos de la muerte de Camboya, el memorial del genocidio en Ruanda, la plaza Dealey en Dallas (donde fue asesinado el presidente estadounidense John F. Kennedy), el edificio Dakota de Nueva York (donde mataron al exbeatle John Lennon) o el lugar donde se suicidó Kurt Kobain, líder de la banda Nirvana.

Además hay otros lugares que potencialmente parecen más arriesgados, como Chernóbil (Ucrania), donde en 1986 se produjo en una planta de energía atómica uno de los accidentes más graves de la historia, que obligó a crear una zona de exclusión de 30 kilómetros alrededor que aún se mantiene vigente.

 

El lugar de otro gran accidente nuclear de la misma magnitud, ocurrido en Fukushima (Japón) como consecuencia de un terremoto y un tsunami que causaron casi 19.000 muertes en 2011, también se volvió muy popular, al punto que los guías turísticos trasladan cada año a unos 2.000 visitantes hasta los pueblos cercanos a los reactores.

Entre los lugares que la gente suele visitar en nuestro país, se encuentra el Cementerio de la Recoleta en Buenos Aires.

 

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