Tras la contienda legislativa, el panorama económico argentino muestra signos de reposo —pero también de interrogantes— que no pueden interpretarse como simple tranquilidad superficial. El tipo de cambio se estabilizó tras la tensión preelectoral y la tasa de interés comenzó un sendero descendente, lo que brindó un respiro al mercado.
En ese contexto, la estructura monetaria y el diseño del programa económico quedan en foco: ¿qué tan firme es esta calma y cuán sostenible el plan que lo sostiene?
El equipo económico dejó claro que el esquema de bandas cambiarias seguirá vigente hasta el final de la gestión del presidente Javier Milei, lo que marcó a los inversores que el mensaje oficial es de continuidad —pero no sin reservas sobre su viabilidad.
La acumulación de reservas y la recomposición del mercado de deuda aparecen como claves para la estabilidad futura.
La bajada de tasas no fue anecdótica: se abre una ventana para que los pesos vuelvan a jugar, para que los bonos indexados atraigan, para que el apetito por riesgo retorne. En el mismo momento en que el dólar deja de escalar, el mercado asoma con menos pánico.
Pero no todo camino está despejado. Aún el riesgo país ronda los 600 puntos básicos, la banda cambiaria está cerca de su techo y la confianza plena aún no se instaló.
En paralelo, el escenario político se mueve con nuevos bríos. El ministro del Interior Diego Santilli marcó la cancha del ejecutivo nacional ante gobernadores, recargó el tablero interno del gabinete y envió señales a la city, donde reina una atmósfera de “optimismo prudente”.
Las críticas a la reforma laboral y la morosidad en la Justicia laboral también emergieron en círculos empresariales que ya no sólo miran al dólar, sino al sistema institucional que debe acompañar la economía.
Esta confluencia política-económica encuentra su contraparte en la industria pesada. El gigante regional Ternium, controlado por el grupo Techint, acaba de adquirir la participación de la japonesa Nippon Steel en Usiminas, lo que refuerza su rol en Brasil y América Latina.
Pero esa jugada implica retos enormes: inversiones por hasta 1.000-1.500 millones de dólares, extensión de plazos mineros, contexto de demanda débil e importaciones chinas que presionan todo el sector.
La combinación es clara: se percibe una fase de “respiro” en lo financiero y cambiario, una fase de “alineamiento” político y una fase de “reconfiguración” industrial. Pero la pregunta que flota en los círculos económicos es si éste es sólo un interludio tranquilo o el preludio de una nueva escalada. Si el Gobierno logra consolidar reservas, bajar inflación y aprobar las leyes estructurales, el escenario podría despejarse. Si no lo hace, la calma puede ser engañosa.
En definitiva: la Argentina entró en un momento de interludio. Pero el piloto automático no está activado. Los mercados observan, los políticos negocian, los industriales mueven ficha. Y la clave será si esta pausa se transforma en plataforma o en perdedora de tiempo.

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