Argentina se enfrenta a un cruce de tensiones económicas que reúne emisión monetaria, alerta sobre la recesión y bajas reservas. Por un lado, el equipo económico estima que la demanda de pesos para diciembre —por aguinaldos, impuestos y consumo estacional— obligará al Ministerio de Economía de la Nación y al BCRA a una mayor expansión monetaria. Según el análisis, podría inyectarse un volumen de pesos equivalente a cerca del 10 % de la base monetaria, ante la inminente licitación del Tesoro.
Los riesgos son varios: la inflación de noviembre ya tiende a la zona del 2,5 % mensual, lo que acumula seis meses que no afloja, y la autoridad monetaria advierte que cualquier exceso de liquidez por encima de la demanda se traduciría casi automáticamente en presión sobre precios o el tipo de cambio.
A su vez, un segundo frente de alarma se abre con la publicación del próximo dato del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC): el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) de septiembre será clave para determinar si el país ya entró en recesión técnica —es decir, dos trimestres consecutivos de caída. Las consultoras estiman una contracción cercana a 0,3 %, lo que convertiría en realidad lo que hasta ahora era escenario.
Por último, el tercer y más grave foco es el estado de las reservas netas del BCRA. Un informe privado advierte que, tras la activación del swap con EE.UU. y el pago al FMI, dichas reservas están cerca de cero. Según la consultora, el stock bruto puede rondar los 40.000 millones de dólares, pero los pasivos en dólares lo dejan prácticamente en rojo neto.
Además, el hecho de que la meta de acumulación de reservas pactada con el Fondo requiera comprar miles de millones antes de fin de año, y que ese volumen se vea cada vez más lejos, abre el interrogante: ¿se preparan para pedir una nueva exención (waiver) al organismo?
En conjunto, estos tres ejes —una inminente inyección de pesos, un enfriamiento de la actividad económica y una fragilidad extrema de las reservas internacionales— configuran un escenario incómodo para el Gobierno: la tentación de reactivar la economía vía emisión choca contra la necesidad de preservar el tipo de cambio y frenar la inflación, mientras la falta de dólares y la amenaza de recesión configuran un panorama de riesgo que no permite margen de error.
Si el INDEC confirma la caída de la actividad, la palabra “recesión” dejará de ser advertencia y pasará a ocupar titulares. Y si las reservas netas del BCRA no logran recomponerse —y se confirma la necesidad de renegociar con el FMI—, la pérdida de credibilidad puede devenir en tensión cambiaria, salida de capitales y escalada inflacionaria. En ese contexto, diciembre se presenta como un mes crítico para la economía argentina: no apenas por el calendario festivo, sino por su capacidad para acelerar o contener la deriva.
Queda por ver si el Gobierno logrará domar la inercia inflacionaria, evitar una caída sistemática de la actividad, y reconstruir reservas sin caer en la clásica disyuntiva de emitir o devaluar. El cronómetro ya corre.

Comentarios